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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Ayúdele usted a hacerle más expansivo... Es usted mujer, y estoy seguro de que sabrá arrancarle su secreto... Y ahora, señora mía añadió levantándose, voy a despedirme de usted... para mucho tiempo. ¡Todavía no!... Antes que se marche quiero que visite por última vez los jardines de Rosalinda.
Echó una mirada hacia atrás y vio que la hermosa monja penetraba en el coro y se arrodillaba cerca de la reja; y sin reparar en lo que hacía se dirigió a ella, diciéndole con voz temblorosa: «Madre, ¿me deja usted una mano para que la bese?» La monja le hizo una seña graciosa de que no podía ser, pero levantándose le tendió el crucifijo de su rosario con sonrisa tan dulce y protectora que María, al besarlo, sintiose profundamente conmovida.
Cuando D. Álvaro abrió los ojos al fin y le vio enfrascado en la lectura, le preguntó sonriendo: ¿Le interesa a usted ese libro, padre? Muchísimo. Pues lléveselo usted... Llévese usted el primer tomo, que ése es el segundo. Y levantándose y sacándolo de uno de los armarios, se lo presentó al sacerdote. Este vaciló en tomarlo. ¿Está condenado por la Iglesia?
¿Qué mujer honrada, y que nunca ha amado, no ama al padre de sus hijos? exclamó en un sublime arranque Margarita, arrojándose á los brazos del rey. Y levantándose de repente, añadió: Y no te lo he dicho; no se lo he dicho á nadie, no, y me he mostrado siempre contigo reservada y fría porque... mi orgullo de mujer ha estado continuamente ofendido al verme pospuesta á un favorito.
Disimuló, no obstante, lo mejor que pudo, y levantándose de la silla subió á casa seguido del mozo y sin decir palabra le llevó hasta la sala y le mostró el baúl, que estaba en medio de ella. Pero cuando el hombre se fué comenzó á resoplar con furia y á dejar salir de su boca palabras amargas.
Soledad reía mientras su antiguo novio hablaba; pero aquella risa se fué al cabo haciendo convulsiva, y algunas lágrimas concluyeron por brotar de sus hermosos ojos. Soledad, ¿qué tienes? profirió asustado Uceda levantándose de la silla. La joven le hizo un gesto con la mano para que se sentase, sin dejar de reir. ¿Qué tienes, Soledad?... ¡No rías, por Dios, de ese modo!
De pronto, levantándose, Adriana se inclinó sobre su amiga en un arranque de piedad, y la cubrió de besos hablándola al oído. Un solo favor te pido, Laurita querida... y ya nunca te preguntaré nada... ¿Todavía lo quieres a José Luis? Y tenía un temor desesperado de que ella le respondiera que no.
Con los amigos, hasta la pared de enfrente, o no tenerlos. Mi querido doctor exclamó Esteven reconocido... Y levantándose, la mano poco aseada de S. E. entre las suyas, agregó que se marchaba, porque no quería robar al ilustre ministro el tiempo, que tan escaso le venía para sus múltiples e importantes ocupaciones. No se moleste usted, doctor, en acompañarme... ¡siempre tan amable!
¡Te obligaron a ello! dijo prontamente; y luego, alzando la frente y fijos sus ojos en los míos, añadió: Quizás hubiera sucedido lo mismo aun revelándome la verdad. ¡Porque mi amor eras siempre tú, no el Rey! Y levantándose, me dio un beso. Me proponía confesártelo todo dije. Iba a hacerlo la noche del baile, en Estrelsau, pero Sarto me interrumpió.
¡Ah!, se me olvidaba decir añadió don Diego, riendo a carcajadas , que los franceses me han enseñado a decir algunas palabras en su lengua. Y levantándose al punto, hizo profundas reverencias ante Inés, diciéndole: Ponchú, madama. ¿Cómo la porta vú?
Palabra del Dia
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