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¡Te obligaron a ello! dijo prontamente; y luego, alzando la frente y fijos sus ojos en los míos, añadió: Quizás hubiera sucedido lo mismo aun revelándome la verdad. ¡Porque mi amor eras siempre , no el Rey! Y levantándose, me dio un beso. Me proponía confesártelo todo dije. Iba a hacerlo la noche del baile, en Estrelsau, pero Sarto me interrumpió.

Don Paco no ha parecido le dijo . Mi corazón presiente mil desventuras. No te atormentes contestó la madre ; don Paco parecerá. ¿Qué puede haberle sucedido? ¿Que yo? Nada te he dicho, mamá; hasta hoy me lo he callado todo. Ahora necesito desahogarme y voy a confesártelo. Soy una mujer miserable, indigna, necia. Pude tenerlo por mío y le desdeñé.

Básteme, sobre todo, la gloria de haber sido acaso el primer ser humano que ha visto con toda claridad en tu frente el signo que Dios puso en ella, señalándote así para que honres, prosperes y ensalces a tu pueblo, y para que venzas y domines a los otros. »Adiós. No me llores por desventurada. ¿Por qué no confesártelo? Estoy orgullosa y soy dichosa por mi propia falta.

Me parecía ver a mi madre esperándome en la escalera con una espada de fuego... subí temblando... Tardé más de una hora en volver a mi cuarto, porque no andaba, sino que me arrastraba lentamente para no hacer ruido. Al fin, llegando a la alcoba, corrí a tu cama para confesártelo todo y no estabas allí. Figúrate cuál sería mi confusión.

Has opuesto tu veto á esa felicidad. Bien se conoce que nunca has sabido lo que era amar. Clementina levantó la frente, sus ojos brillaron, un ligero rubor acudió á su cara, y dijo con voz entrecortada: ¡ sabes muy bien que lo que dices es falso! ; he amado, y demasiado exclusivamente, á un hombre que me ha despreciado ... ¡! He amado! Bien puedo confesártelo ahora que soy vieja.

Y no sólo me divierto, sino que, ¿por qué no he de confesártelo? me siento como nunca me sentí en Madrid, perdidamente enamorado de una mujer. Pero ¡qué mujer, chico! Es un encanto, un prodigio de bonita. Y no decir si por desgracia o por fortuna, de la más pasmosa severidad de costumbres. La llaman el Sol de Tarifa, porque de aquella ciudad salió ella como el sol por oriente.