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Actualizado: 22 de mayo de 2025


El humilde Francisco de Asís sube al cielo, y, si hemos de dar fe a la revelación que tuvieron sus hijos espirituales, fue a sentarse en el esplendoroso y elevadísimo trono que dejó allí vacante Lucifer después de su rebeldía. Y no dilato más mi razonamiento. Básteme concluir aconsejándote que no hagas el menor caso de que te hagan o de que no te hagan caso.

Básteme, sobre todo, la gloria de haber sido acaso el primer ser humano que ha visto con toda claridad en tu frente el signo que Dios puso en ella, señalándote así para que honres, prosperes y ensalces a tu pueblo, y para que venzas y domines a los otros. »Adiós. No me llores por desventurada. ¿Por qué no confesártelo? Estoy orgullosa y soy dichosa por mi propia falta.

Con tu vida trabajosa y santa, no sólo borrarás hasta las últimas señales de esta caída sino que después de perdonarme el mal que te he hecho, conseguirás del cielo mi perdón. No hay lazo alguno que conmigo te ligue; y si lo hay, yo le desato o le rompo. Eres libre. Básteme el haber hecho caer por sorpresa al lucero de la mañana; no quiero, ni debo, ni puedo retenerle cautivo.

Renuncio modestamente á describir ese admirable monumento en que todo llama la atencion y asombra. Básteme decir que la fama universal de la catedral de Colonia, que predispone en su favor al viajero, no impide que este se sienta profundamente impresionado al contemplar esa obra sublime del arte religioso y popular por excelencia. Trayecto entre Colonia y Aquisgram.

Reteniéndote en mis brazos me hubiera rebelado yo contra los designios y decretos del cielo. La gloria te quiere para , y yo no quiero ni puedo ser rival de la gloria. Básteme la que alcanzo con haber poseído tu corazón y con que me hayas tributado las primicias de tu amoroso y juvenil afecto.

No me es posible señalar aquí las numerosas rectificaciones que a la parte histórica del libro podran hacerse . Básteme recordar, sin embargo, que Sarmiento depuso en la vejez ese odio ciego por la persona de Quiroga y que no fué menos valiente su palinodia sobre Rosas.

Básteme afirmar que no pocas se leen con agrado, que están sencilla y elegantemente escritas, y que tal vez son más morales y más amenas aquellas cuyos autores, o no han leído muchas novelas francesas o inglesas, o se olvidan de ellas cuando componen las suyas. De los novelistas ya muy populares y acreditados, de los veteranos, digámoslo así, no he de decir aquí palabra.

Palabra del Dia

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