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Actualizado: 9 de julio de 2025


Una y media respondió Nieves al punto . Hasta tres... ¡No sea usted tentadora! Dejémoslo en las dos, y crea usted que es bastante. ¿Hay miedo, Leto? ¡Tendría que ver! Pues lo parece. Vea usted los delfines otra vez... Los puede usted alcanzar con la mano. ¿Serán capaces de pretenderlo, los muy sinvergüenzas?

¡Si Leto hubiera podido ver entonces la cara de Nieves!... En cambio oyó que ésta le decía: Es usted muy mal juez en causa propia, está visto. ¿Quiere usted dejar ese caso de mi cuenta? ¿Quiere usted que quede a mi arbitrio el descubrir o no descubrir a papá el misterio que con tantos afanes anda buscando el pobre?

La procedencia del yacht es otra historia, señor don Alejandro. Verán ustedes. Leto, como le dije a usted, hace a todo... eso es; y lo mismo que pinta y navega... porque lo de navegar es ya viejo en él, anda por montes y barrancas con la escopeta al hombro, y conoce la comarca yerba a yerba y canto a canto... eso es.

Pues ¿cómo están allí? preguntó Nieves gozándose en el bochorno de Leto. Porque se le estaban cayendo a usted del pecho cuando la tendimos desmayada sobre el banco... y le dije yo a Cornias, después de recogerlas con mucho cuidado, que las guardara..., por si preguntaba usted por ellas. Muchas gracias, Leto, aunque ya no me sirven. Puede usted tirarlas, si le parece.

Crónica de un día Era de los últimos de julio, por más señas, y se había acordado comer en el pinar, en un sitio de mucha sombra, suelo alfombrado de oloroso y tupido césped, con fuente fresca y abundante, y, a muy corta distancia de ella, unos detalles muy pintorescos de rocas, jaramagos y troncos viejos que Nieves no había visto nunca y le había ponderado mucho Leto.

Siempre que habla conmigo añadió Nieves , quiere darme a entender que nuestro primo Nacho desea casarse con ella. ¡Carape! exclamó Leto para sus adentros ; pues ese era mi caso, y ahora resulta que le importa a ella menos que a . Y en voz alta dijo : Eso precisamente es lo que más la califica.

, señora: doble y rojo repitió Leto . Un clavel doble y rojo que yo tenía en la boca en cierta ocasión, mientras dibujaba... ¿Está usted? Pues bueno: estando así, se le partió el rabillo y se me cayó al suelo; y entonces yo... maquinalmente, le cogí... y, maquinalmente, le guardé donde usted le ve; y ahí se ha quedado hasta hoy...

A propósito de estas tertulias. En una de ellas, estando Leto de codos al balcón del saloncillo, mientras Nieves tocaba adentro una melodía de Schubert, se dejó llevar distraído de la impresión que le causaba siempre la buena música, y particularmente la que le era conocida, y acabó por seguir a media voz el canto de la melodía.

Y lo es, señor don Alejandro; y va el Flash tan guapamente con un par de tablas de la cubierta debajo del agua. ¡Canástoles! ¿Quiere usted verlo?... ¿Se atrevería usted, Nieves? ¡Pues no he de atreverme? respondió ésta como extrañada de que Leto lo pusiera en duda.

Entendiéndolo así Leto, a una señal muy expresiva y cuatro palabras enérgicas enderezadas a Cornias, fue el balandro recogiendo todas sus lonas, como la gaviota sus alas al posarse blandamente sobre la onda marina.

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