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Actualizado: 9 de julio de 2025


Muchos, muchísimos detalles dio Leto a Nieves, llamando a cada cosa con su nombre técnico, porque así lo quería la animosa sevillana. Cuando ya no tuvo nada que explicarla sobre cubierta, la dijo: Vamos ahora, si usted quiere, a ver la cámara. A la cámara se entraba por el pozo, en cuyo lado de hacia proa estaba la puerta, de dos hojas, con un cuartel de corredera.

Leto no se había enterado bien de ello, porque se había pasado la mayor parte del tiempo en el balcón, «demasiado tiempo» en opinión, muy recalcada, de Fuertes; porque en la tirantez de espíritu en que se hallaba el buen señor, hasta los dedos se le antojaban «huéspedesTambién esto de los huéspedes se lo recalcó mucho don Claudio a Leto.

Y ¿quién es el Macedonio? preguntó a su vez Leto candorosamente. Me parece que bien claro está replicó el otro muy serio . El señor de Bermúdez Peleches. No veo yo esa claridad...

Cerca ya de él, le alcanzó Leto y le dijo: Lo que acaba usted de saber en la botica no es ni sombra de la verdad; y como quiero que usted la conozca, porque me parece que debe de conocerla, y aquí no podemos hablar en reserva, lléveme usted a su casa, si tiene un cuarto de hora disponible.

Entonces fue Nieves quien se inmutó, y no poco; pero se repuso al instante, y dijo a Leto en el mismo son de broma que antes y cerrando el álbum: Pero, hombre, ¿cómo puede ser eso, si el clavel quedó allí y nosotros continuamos andando?... Es verdad respondió Leto sin perder una chispa de su ardimiento ; pero volví yo por él en cuanto me despedí de ustedes en la botica, después del paseo.

¡Ah, picaruela, picaruela! dijo Bermúdez dándole unos golpecitos en la cara con la carta de doña Lucrecia . ¡Si tienes más trastienda cuando te conviene!... Y se fue tan satisfecho. Nieves, con ojos cariñosos, pero que parecían algo compasivos, le vio salir; y enseguida se sentó al piano y comenzó a preludiar una melodía de Schubert, que ella sabía de memoria... y Leto también.

Fuese el chico a la ciudad; estudió las humanidades, con aprovechamiento, , señor, y con muy buenas notas... ¡caray! ¿por qué no decirlo?... Siendo ya bachiller, se prestó de buena gana a seguir esta carrera, y le envié a Madrid... Verdaderamente que el dinero no sobraba en casa; pero había lo necesario desvalijando un poco la hucha de mis buenos tiempos de boticario de nota. ¡Y ¿qué mejor empleo para ello, qué caray!... Un hijo solo, llamado quizá a ser el sostén de la familia desde el día en que yo faltara... porque para entonces, aún le quedaban dos hermanas solteras, y su pobre madre arrastrando malamente la vida que se le acabó al siguiente año... ¡Caray! mi señor don Alejandro, todavía duele allá dentro cuando pasan estos recuerdos por la cabeza... En fin, que se fue Leto a Madrid... ¿Les he dicho a ustedes que se llama Leto mi hijo?

En el Casino tuvo que picar algo en la conversación general, aludido de intento por Bermúdez; y más aún que en la conversación, en la golosina que irradiaban en aquel antro desabrido, los ojos y la silueta de la hechicera sevillana; porque Leto, al fin y al cabo, era mozo de buen gusto, y mujeres de aquel arte que le miraran a él con el interés bondadoso con que le miraba Nieves a menudo, no habían pasado ni pasarían jamás por Villavieja.

De buena gana hubiera confirmado Leto esta opinión con un ejemplo que se le vino a la punta de la lengua; pero considerando que podría mortificar con él a Nieves, si no mentían ciertos rumores y otras determinadas señales, se limitó a decir, marcando mucho el acento admirativo: ¡Muy bachillera!...

La pobrecilla temía llegar tarde: había visto desde allá arriba el grimpolón azul, y por él había presumido que estaba el Flash atracado al muelle; y estando atracado al muelle, sería para salir a navegar por alguna parte... «Pues buena ocasión», se había dicho entonces. «Puede que Leto quiera llevarme»; y hala, hala, hala... ¡qué ira le daba aquel pedazo de camino tan escondido del muelle, donde era inútil hacer una seña o dar una voz! ¡Y si entre tanto se largaba el yacht? ¡Y ella que tenía tantas ganas de darse otro paseo en él!

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