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Actualizado: 11 de junio de 2025
En una calle que tortuosa con sus aleros la luz estorba; medrosa y lúgubre cuando las sombras de la alta noche la envuelven lóbregas, calle que llaman de la Almanzora, en la opulenta rica paloma de las ciudades, que el nombre roba á la Granada que la blasona, hay una casa, que hoy se desploma, cuyas paredes el viento azota, la lluvia inunda y el sol empolva; abandonada se desmorona, los jaramagos en ella brotan y entre ruinas doliente asoma el arco bello que un tiempo alcoba fué de la linda Leila la Horra.
Salvo que la cornisa de la peña tendría como cinco pies de anchura y un festón de jaramagos por afuera que velaba un poco la visión aterradora del abismo, la comparación es exactísima.
Vana empresa sería la de intentar reconstituir la forma y disposición que tuvieron eminentes fábricas arquitectónicas; y á veces, ni aún es dado señalar los parajes en que se alzaban: sobre templos, palacios, portadas y torres, abre el arado profundos surcos, crecen á su sabor los jaramagos y amapolas, ó entre sus despedazados fragmentos anidan reptiles y alimañas.
Crónica de un día Era de los últimos de julio, por más señas, y se había acordado comer en el pinar, en un sitio de mucha sombra, suelo alfombrado de oloroso y tupido césped, con fuente fresca y abundante, y, a muy corta distancia de ella, unos detalles muy pintorescos de rocas, jaramagos y troncos viejos que Nieves no había visto nunca y le había ponderado mucho Leto.
Oía los mugidos del río que pasaba a su izquierda; tocaba los jaramagos que brotaban entre las rendijas a su derecha, y sentía en el rostro el fango con que le salpicaban los caballos que le precedían, y el aire sutil y nauseabundo, como el de una caverna, que silbaba al pasar por aquel tubo retorcido y caprichoso.
Hablando de estas cosas, me faltó tiempo para pedir a Neluco algunas noticias sobre el octogenario Marmitón, antes de llegar a su portalada, cuyas dovelas, removidas y desportilladas ya por la acción de las intemperies y de las yedras y jaramagos que las invadían por todas sus junturas, me recordaban un poco la mandíbula superior de su dueño cuando yo soñé que le había visto devorar troncos y peñascales.
Palabra del Dia
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