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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Unos eran de Buenos Aires, y habían bajado el río para dar la bienvenida a las familias que regresaban de Europa; otros esperaban el momento de subir al trasatlántico, por curiosidad o por exigencias del oficio. El Goethe había encendido en sus costados poderosos focos de luz verde, que daba a los rostros un tono lívido, haciendo palidecer los faroles de las embarcaciones inmediatas.
Se detuvo otra vez mirando con espanto el rostro lívido y contraído del joven marqués, que agarrándola del brazo y sacudiéndola fuertemente rugió más que dijo: ¿Quién te ha sugerido la idea de proponerme eso?... Respóndeme... ¿Quién ha sido el miserable, el vil y el canalla que te lo ha aconsejado?... ¡Quiero ir ahora mismo a arrancarle la lengua!
¡Oh! eso lo dicen todos los condenados... Es muy fácil... Pero en cuanto á dar una prueba... ¿Y si esa prueba existiera? Sorege se puso lívido, sus ojos lanzaron un relámpago y exclamó: ¿Qué prueba? La confesión del crimen por su autor. ¿Y ese autor, ¿quién es? Una mujer. ¿Tendré que decir á usted su nombre? ¿Cuál, en este caso?
Debe herirte demasiado lo que hago contigo, y yo, que adoro la venganza, reconozco el derecho y la necesidad que tienes de vengarte de mí. Cuando puedas, mátame, hazme pedazos; pero entre tanto, sírveme. El duque no contestó; estaba lívido de cólera, se le saltaban los ojos de las órbitas.
Un hombre de pasiones y de imaginación no puede resignarse con la pobreza o con un pasar ramplón y cotidiano. Hay que ahuyentar al lívido y desarrapado espectro de la necesidad. Hay que buscar la llave mágica que abre los tesoros de la vida: la espada bruja que decapite al dragón de la miseria. Y este talismán impreciado es el oro.
Pero al pasar frente a la cocina vió en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror. Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oir el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola: ¡No entres! ¡No entres!
El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas partes sus ojos dilatados, y se aproximó al pozo. Trató de mirar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron. Entonces pareció reflexionar, y después de una atenta mirada al pozo y sus alrededores, comenzó a buscarme.
Cinco, diez, trece dijo su madre, que iba contando , trece días te quedan aún que vivir, ¡ya lo oyes! ¡y quiera Teus enviarte a nuestra costa, con el cuerpo lívido y frío, rodeado de algas, los ojos sombríos y abiertos, la boca llena de espumarajos y la lengua apresada entre los dientes! ¡Trece días... y tu alma para Teus! ¡Pero ella, ella! dijo Kernok, jadeante, presa de un delirio atroz.
El rostro del bufón, mientras dijo la joven estas palabras, se había ido poniendo sucesivamente y con suma rapidez, pálido, verde, lívido.
El capitán andaba con triste vaivén, caídas las mustias plumas sobre el rostro lívido, sin otra preocupación que defender la vestimenta gloriosa de roces y manotones. ¡Respeto al uniforme!... Gallardo abandonó la procesión poco después de salir el sol. Había hecho bastante acompañando a la Virgen toda la noche, y seguramente que ella se lo tomaría en cuenta.
Palabra del Dia
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