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Desgracia y grande ha sido para , que tal hombre sea hijo mío. Y añade, que quiere ese proceso para demostrar las razones que vos habéis tenido para proponerme su separación del cuarto del príncipe. ¡Razones contra ! ; habla de pruebas... ¿De pruebas de qué?

Historia, monumentos y curiosidades. Mi esposa, que ademas de tener un gusto decidido por los bellos espectáculos de la naturaleza, es animosa en los viajes, habia tenido el capricho de proponerme que bajásemos el Rigi á pié, en direccion á Küssnach. Aunque el descenso es algo fatigante y requiere cerca de tres horas, no renunciamos al proyecto.

Y como advirtiera que yo aguardaba una respuesta ahogándome la ansiedad, hizo ese gesto peculiar de los enfermos aniquilados por el dolor, a quienes se atormenta hablándoles de asuntos graves y me dijo: ¿Por qué, pues, ha venido usted a proponerme cosas imposibles? Me acosaba usted a su placer... Váyase amigo... Váyase, se lo ruego. Hoy estoy enferma.

Yo, por ejemplo, al proponerme describir á la Granadina, hállome con que mi provincia no es toda la Andalucía, ni tan siquiera todo el antiguo reino de Granada; tropiezo con que, al llegar este libro á la G, ya contendrá descripciones cumplidísimas de las mujeres de Almería, Cádiz y Córdoba; y encuéntrome, finalmente, con que después han de venir los artículos sobre las de Jaén y las de Málaga, tan parecidas á las hijas del Darro, del Guadalfeo y del Guadix.

Se detuvo otra vez mirando con espanto el rostro lívido y contraído del joven marqués, que agarrándola del brazo y sacudiéndola fuertemente rugió más que dijo: ¿Quién te ha sugerido la idea de proponerme eso?... Respóndeme... ¿Quién ha sido el miserable, el vil y el canalla que te lo ha aconsejado?... ¡Quiero ir ahora mismo a arrancarle la lengua!

Esto no lo sabrá nunca un poca-cosa, un pisa-hormigas que me está predicando tres horas porque puse o no puse siete garbanzos más en el cocido; esto no lo entiende quien no ve más allá de su sueldo mezquino, y está temblando de que le den una cruz por no comprar las insignias; quien no quiere ser gobernador de una provincia; quien se opone a que el aguador me suba dos cubas más de agua, porque, según él, con mojarse el palmito ya basta; quien sostiene que no necesito más que diez y ocho varas de tela para un vestido, y me recomienda que adorne los sombreros de los niños con cinta damascada de la que usan los licenciados del ejército para colgarse el canuto; quien sostiene que el pelo de cabra es más bonito que el gro, y llama cargazón a las capotas sólo porque no son baratas; quien no me deja arreglar la bata con cintas otomanas y se atrevió a proponerme que utilizara las cintas amarillas de los mazos de cigarros del primo Agustín...».