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Actualizado: 23 de mayo de 2025
¿Qué haces ahí? dijo el barón, agarrándola por un brazo. ¡Perdón! exclamó Josefina en el colmo del terror. ¡Por Dios, no me pegue usted, señor! Ya me pegaron mucho. La mano del caballero se aflojó repentinamente y, cambiando de voz y de tono, dijo: No, hija mía, no; nadie te pegará. ¿Cómo estás aquí a estas horas? Me ha pegado mucho mi madrina y me escapé de casa. ¿No tienes padres? No, señor.
Mary la dije agarrándola enérgicamente y zarandeándola con furia . ¡Cuidado con hacer necedades! La muchacha comenzó a sollozar con inmensa amargura. La dejé que llorase largo rato, haciéndome el incomodado, y después, ofreciéndole la mano, le dije: Vamos, Mary, que empieza a llover. Ella puso entre la mía su mano pequeña y callosa, y comenzamos a subir el Izarra.
De todos modos, dame ese brazalete exigió salvajemente, apretando los dientes, agarrándola por un brazo y tratando a la fuerza de desprender el broche de la joya. ¡Suéltame! gritó. ¡Bruto! ¡Suéltame! ¿Vas a robarme, después de haberme insultado?
Mire que ya va para viejo; mire que el mejor día se pone delante la de la cara pelada, y a ésta sí que no le da usted el timo. ¿Pero de dónde sacas tú, estampa de la sura replicó Torquemada con ira, agarrándola por el pescuezo y sacudiéndola, de dónde sacás tú que yo soy malo, ni lo he sido nunca? Déjeme, suélteme, no me menée, que no soy ninguna pandereta.
Se detuvo otra vez mirando con espanto el rostro lívido y contraído del joven marqués, que agarrándola del brazo y sacudiéndola fuertemente rugió más que dijo: ¿Quién te ha sugerido la idea de proponerme eso?... Respóndeme... ¿Quién ha sido el miserable, el vil y el canalla que te lo ha aconsejado?... ¡Quiero ir ahora mismo a arrancarle la lengua!
Ya trataremos de eso más despacio dijo Benina quitándose el pañuelo y volviéndoselo a poner, señal de impaciencia y ganas de marcharse. No dirti tú, amri, no murmuró el ciego quejumbroso, agarrándola por la falda. Es tarde, hijo, y hago falta en casa. Tú migo siempre. No puede ser por ahora. Ten paciencia, hijo».
Magdalena le dije, precipitándome hacia ella y agarrándola por un brazo. Cese usted en este juego cruel, deténgase usted o me hago matar. Sólo me contestó con una mirada directa que me hizo subir el rubor a la cara y tomó más despacio por el camino del castillo.
Palabra del Dia
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