United States or Marshall Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tiene razón esta señora atreviose a decir la dama, sin apartar sus ojos de ella . Dejémonos de cumplidos y hablemos del asunto que me trae aquí. Estoy a las órdenes de la señora marquesa dijo don Santiago Núñez haciendo una cortesía. Pero la marquesa no empezaba a hablar, ni concluía de mirar a la Esfinge. Era indudable que la presencia de ésta la contrariaba tanto como la sorprendía.

Yo le respondía que nada, que únicamente había recibido dos cartas de usted; y al querer entregarle la segunda, diciéndole que en toda ella encontraría recuerdos de Magdalena, se negó a tomarla a pesar de mi insistencia, y me dijo: » Ya yo lo que dice. Amaury vive como yo en el pasado; pero como le llevo treinta y cinco años de delantera es indudable que llegaré yo primero.

Sus manos, ese indudable signo, por el que se conocerá siempre a una persona distinguida, eran aún bellas: su mirada altiva y fija. Estaba, pues, metido en una verdadera aventura. Me parece que adivino de lo que quiere usted hablarme; me dijo mirándome con una extraña fijeza; y sin dejarme tiempo para contestar añadió: sin duda se trata de Amparo. ¡Se llama Amparo!

Todo menos eso respondió D. Acisclo . No me llama Dios por ese camino, y cualquier otro estado es bueno para servirle. Eso es indudable dijo entonces doña Luz . Yo no he creído nunca que a V. le pudiese entrar la manía de imitar a los solitarios penitentes; pero he pensado, como mis amigos, que usted medita y prepara, desde hace días, un cambio en su manera de ser y de vivir.

Bonis sintió que el rostro de los más indiferentes, hasta el de los pilluelos que esperaban la calderilla, tomaba expresión de interés, de cierto enternecimiento. Las luces parecían cantar también al oscilar con ritmo; brillaban más rojas; los dorados del cura y del baptisterio se hicieron más intensos, más señoriles; los monaguillos, tiesos, solemnes, daban indudable respetabilidad al acto.

Deseaba la muerte, la llamaba... ¡Ah, pobrecilla!... ¡Ah, señores!... Y me mandó afuera, me mandó... para estar libre... ¡para que no se lo leyese en la cara! ¡Ah, si hubiera estado junto a ella!... ¡Cuántas veces, pobrecita, cuántas veces, rogó a Dios que la hiciera morir!... ¡Y se ha matado!... repetía con voz aún más afligida, como si hasta ese momento hubiera podido dudar y esperar, y de repente recibiera la confirmación indudable de semejante desgracia. ¡Se ha matado!... ¡Está muerta! ¡Señor! ¡Señor!...

Es indudable que medio cerró los ojos para verse no sabemos con qué grado de luz, y que recogió después los labios, mostrando á la curiosidad insaciable del cristal lisonjero las dos blancas y nacaradas filas de sus hermosos dientes. Este fenómeno nos ha obligado á trabajar mucho para descifrar ciertos misterios, cuyo conocimiento es necesario para la continuación de esta historia.

Nunca la conversación de Guzmán ha sido tan varia, ni se le ha visto tan decidido a utilizar las provisiones de su memoria de artista y los recursos de su juicio de filósofo práctico, para que no decaiga el interés de sus relatos y comentos... Porque es indudable que Pepe Guzmán está convencido, o parece estarlo, de que las preocupaciones y tristezas de Verónica tienen el arraigo en el pasado suceso, en el temor de otro semejante y en algo que se relaciona inmediatamente con todo esto, que es lo mismo que la propia enferma acepta como fundamento y origen de su enfermedad; y sin embargo, y mientras él la habla y en tanto discurre por aquellas alturas, ella, con una impaciencia y un disgusto que disfraza con síntomas de su desconcierto nervioso, va pasando: «¡no es eso!..., ¡no es eso!» Y cuando él se despide, muy ufano, ella se queda más contrariada; no porque vuelve a verse sola, sino porque tampoco entonces se la ha hablado de algo de que debiera hablársela; «porque Pepe Guzmán tiene que convencerse de que en la situación de ánimo en que ella se encuentra, no pueden interesarla relaciones de casos extraños, por bien hechas que estén». Y Pepe Guzmán suele responder a estas anhelaciones faltando dos y tres noches seguidas a la tertulia.

Su noble origen era indudable; pero fué adquirida no sabemos cómo por la comunidad vecina, que la alquiló para atender á sus necesidades.

Uno juraba que la había oído gritar: ¿Por qué no te casas? ¡, canalla!... ¿Crees que te deshonras con eso? ¿No sabes que por ahí todo el mundo dice que eres un ladrón? ¿que tus iniciales significan ¡a ese!...? Seré una p... pero una p... ¿no vale tanto como un ladrón? Ciertos o no estos horrores, lo que constaba de un modo indudable era la resistencia de él y el afán de ella.