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Actualizado: 26 de julio de 2025
El padre representa el trabajo, la madre el cuidado, la diligencia y la caridad; la jóven el amor, y el niño, la inocencia. ¡Oh vida venturosa! ¡Oh secretos divinos de la sencillez y de la virtud! ¡Infeliz del hombre que ha sido ingrato á tus hechizos! ¡Infeliz del hombre que deja las delicias del paterno hogar, desoyendo el llanto sagrado de una madre! ¡Ay de mí, lector! ¡Infeliz del que escribe temblando estas groseras líneas!
Pero si la pasion depone sus maneras violentas, si se despoja, por decirlo así, de sus groseras vestiduras, cubriéndose con el manto de la razon; si sus sugestiones se llaman conocimiento, y sus inclinaciones voluntad, ilustrada pero decidida, entónces toma por traicion una plaza que no hubiera tomado por asalto. Ejemplo. La venganza bajo dos formas.
Ahora le parecía imposible haber vivido de este modo, como una planta, como un pedrusco, sin verdadera alegría, sin dulces tristezas... sin ideal. Como él había sido, así eran casi todas las gentes que pasaban junto a él. Vivían preocupadas por las más groseras aspiraciones, sin una chispa de amor. Toda la poesía de la tierra se reconcentraba en unos cuantos, que eran ellos, los enamorados.
Se puso a observar que las señoritas Gunn tenían más bien facciones groseras y que la idea de ponerse trajes escotados como los suyos hubiera podido ser atribuida a la vanidad si tuviesen lindos hombros.
La soledad sospechosa de algunas calles, el bullicio de otras, el rumor báquico de la entreabierta taberna, la canción que de una calleja salía con pretensiones de trova amorosa, el cuchicheo de las rejas, el desfile de inesperados bultos, indicio del robo perpetrado, del contrabando o quizás de una broma furtiva; la disputa entre viejecillas terminada con estrépito de bofetadas... por otra parte el rodar de magníficos coches; la salmodia insufrible del dormido sereno que bostezaba la horas como un reló 9 del sueño, funcionando por misterioso influjo del aguardiente; el rechinar de las puertas vidrieras de los cafés, por donde salían y entraban los patriotas; el triste agasajo de las castañeras que se abrigaban con lo que vendían tendiendo una mano helada para recibir los cuartos y otra mano caliente para dar las castañas; las singulares sombras que hacían las casas construidas sin orden, unas arrumbadas hacia atrás, las otras alargando un ángulo ruinoso sobre la vía pública; los caprichos de claridad y tinieblas que formaban las luces de aceite encendidas por el Ayuntamiento y que podían compararse a lágrimas vertidas por la noche para ensuciar su manto negro; el peregrino efecto de la escarcha en las calles empedradas, que parecían cubrirse de cristal esmerilado con reflejos tristes; el mismo efecto sobre los tejados, en cuya superficie se veía como una capa de moho esmaltada por polvo de diamante, el grandioso efecto de la helada, que en flechazos invisibles se desprendía del cielo azul ante las miradas aterradoras de la luna, la deidad funesta de Enero; la consideración del frío general hecha dentro de una caliente pañosa; el estrépito de la diligencia al entrar en la calle, barquichuelo que navegaba sobre un mar de guijarros, espantando a los perros, ahuyentando a los chiquillos y a los curiosos;... el buen paso marcial de los soldados que iban a llevar la orden prendida en lo alto del fusil; el coro sordo de los mercados al concluir las transacciones, cuando se cuenta la calderilla, se barre el puesto y se recogen los restos; el olor de cenas y guisotes que salía por las desvencijadas puertas de las casas a la malicia, y el rasgueo de guitarras que sonaba allá en lo profundo de moradas humildes; la puerta sobre la cual había un nombre de mujer groseramente tallado con navaja, o una cruz o un cartel de toros, o una insignia industrial, o una amenaza de asesinato, o una retahíla de palabras groseras, o una luz mortecina indicando posada, o un macho de perdiz que cantará a la madrugada, o un cuadrito de vacas de leche, o un objeto negro algo semejante a un zapato, o una armadura de fuegos artificiales pregonando el arte de polvorista, o una alambrera cubierta con un guiñapo, señal de la industria de prendería, o una bacía de cobre, o un tarro de sanguijuelas... todo esto, en fin, y otros muchos accidentes de la fisonomía urbana durante la noche, páginas vivas y reales, abiertas entre la vulgaridad de la tertulia y el tedio de su casa solitaria, le cautivaban por todo extremo.
Extraordinaria es su vis cómica, su inimitable ingenio, su verdadera poesía, la gracia con que reviste las expresiones populares más groseras, y las grandes dotes poéticas que revela en su autor, hasta el punto de que algunas son modelos en su género.
Parecíale que cada hora que pasaba después del fatal momento en que le vió desaparecer por la buhardilla, añadía nueva intensidad á su agravio. Para él era Bozmediano entonces el ser más odioso y repugnante que había nacido. Creíale inspirado tan sólo por las ideas más bajas y groseras, y veía en él un cobarde seductor incapaz de nada generoso ni bueno.
El le bordará a usted la comida con chanzas groseras; él le hará a usted preguntas fraternales y amistosas... él... Vaya usted a una tienda a pedir algo. ¿Tiene usted tal cosa? No, señor; aquí no hay. ¿Y sabe usted dónde la encontraría? ¡Toma! ¡qué sé yo! Búsquela usted. Aquí no hay. ¿Se puede ver al señor de tal? dice usted en una oficina.
Tan groseras chocarrerías irritaron a Isidora. ¡Y el pobre Juan Bou tan inocente del efecto que producían sus ladridos!
¡Romo! ¡Romo! ¡Romo!, chato, nariz de rabadilla de pato cantó María con su magnífica voz. ¿Es posible, Mariquita le dijo Stein , que hagas caso de lo que dice Momo sólo por molerte? Son sus bromas tontas y groseras, pero sin malicia.
Palabra del Dia
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