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Actualizado: 1 de julio de 2025


Hacia una parte había dos que eran nada menos que las señoritas Gunn, las hijas del negociante en vinos de Lytherley, vestidas a la última moda, con las faldas más ceñidas y las batas más cortas de talle. Las estaba examinando la señorita Ladbrook de los Prados Viejos con una vergüenza fingida no exenta de una contrariedad secreta.

Entonces, Nancy fue presentada a los visitantes de su tía, la señora Gunn. Estos fueron anunciados como las hijas de una dama conocida de la señora Lammeter, bien que ellas mismas no se hubieran resuelto nunca a hacer un viaje a aquellos parajes.

Estaba harto de saltar en el baile y de mostrarme amable y de soportar exigencias a propósito de los «hornpipes». Y todavía tenía que bailar con la señorita Gunn dijo Godfrey aprovechando el subterfugio que su tío le había sugerido.

La señora Osgood aprovechó la coyuntura para ponerse de pie y decir: Bien, sobrina, vosotras nos seguiréis. Las señoritas Gunn han de estar deseosas de bajar. Hermana mía le dijo Nancy a Priscila cuando estuvieron solas , habéis ofendido sin duda alguna a las señoritas Gunn. ¿Por qué, hija mía? respondió Priscila bastante alarmada.

Al terminar estas observaciones, la señorita Nancy se volvió también hacia las señoritas Gunn a fin de evitar la falta de cortesía de no dirigirse a ellas al mismo tiempo.

Se puso a observar que las señoritas Gunn tenían más bien facciones groseras y que la idea de ponerse trajes escotados como los suyos hubiera podido ser atribuida a la vanidad si tuviesen lindos hombros.

La señorita Ladbrook comprendía que las señoritas Gunn debían considerar su falda como de una amplitud exagerada; pero, en cambio, no era sensible que las señoritas Gunn estuvieran desprovistas de la sensatez que les hubiera indicado la conveniencia de no ajustarse tanto a la moda.

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