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Actualizado: 26 de julio de 2025
Los más antiguos que existen, del tiempo de Eduardo III, son representaciones dramáticas groseras de la historia sagrada, en las cuales domina el tono épico, consistiendo generalmente en una serie sin plan ni concierto de diversas escenas. Comienzan de ordinario por un prólogo, que sirve de introducción, y concluyen con un epílogo.
Mientras el marino volvía á atacar su desayuno, con la familiaridad de un amante que ha llegado á la posesión y no necesita ocultar y poetizar sus necesidades groseras, ella se sentó en una vieja chaise longue, encendiendo un cigarrillo. Se replegó en este asiento, con las piernas encogidas y formando ángulo dentro del círculo de uno de sus brazos.
Una vez que había ido a Lada, varios jóvenes que salían de un café le dijeron algunas frases obscenas: otra vez, unos señores que habían venido de caza a Riofrío, hallándola sola en un camino, le dijeron también palabrotas groseras, y uno de ellos se propasó a vías de hecho.
Vista "de lejos", á través de los azulados vapores, de la atmósfera, la arista de granito parece uniforme; los montañeses, que emplean comparaciones prácticas y casi groseras, le llaman el peine; aseméjase, en efecto, á una hilera de agudas púas colocadas con regularidad.
Cuando salía de la escena entre aplausos, por pocos que fueran, veía a Reyes que batía palmas entusiasmado; entonces sonreía ella, inclinaba la cabeza saludando y pasaba discretamente cerca del infeliz enamorado. ¡Qué perfume el que dejaba tras de sí aquella mujer! Era un perfume espiritual, según él; no se olía con las groseras narices, sino con el alma.
Era un joven capitán de cazadores, llamado Sontis, bien nacido, pero mal educado, de un libertinaje insolente, y de costumbres groseras. Su físico no compensaba lo que le faltaba en educación social y moralidad. Era pequeño, feo, de color bilioso, muy delgado, con escasos cabellos de un rubio claro y ojos grises, de una expresión dura y cínicamente burlones.
Llególe entonces el turno al último paquete, que era el más voluminoso: abriólo con mucho tiento, por haberse pegado una esquinita del sobre, y al punto salieron de él otros dos en blanco, y un tercero en que venía escrito un nombre que hizo a Jacobo pegar un salto, murmurando una de esas palabrotas groseras, familiares en momentos de cólera o sorpresa aun a personas que presumen de cultas.
El dolor fecundaba su espíritu; multitud de intuiciones germinaban en su mente, como seres irónicos que hubiesen permanecido ocultos bajo una capa de ideas pesadas y groseras. Adriana le parecía una enemiga y él su antagonista, que luchaba con los ojos ciegos, a discreción de aquella alma tal vez maligna bajo la irradiación de su hechizo.
El señor de Maurescamp no se encontraba bien; sentíase irritado del papel secundario que desempeñaba en tales ocasiones; encogíase de hombros, decía dos o tres bromas groseras y se marchaba. A pesar de todo, la verdad tiene tanta fuerza, que a veces sentíase inclinado a creer que sus relaciones eran en efecto puramente sentimentales.
Algunos se empeñaron en que Maximiliano bebiese; pero ni él quería, ni Refugio se lo hubiera permitido, atenta siempre a cuidar de su preciosa salud. Lo que hacía el excelente muchacho era reír con la mayor buena fe todas las gracias que allí se decían, hasta las más zafias y groseras, aunque sin participar mucho de la estrepitosa alegría de aquella gente. iii
Palabra del Dia
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