Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 26 de octubre de 2025


El señorito no viene hasta la noche. Mandó un recado para que no le esperase usted. Y la taimada gata se sonreía de un modo tan zalamero, que Fortunata no pudo menos de preguntarle: «¿Quién está ahí?».

Los contempló desde lejos al través del follaje. La emoción la dejó clavada al suelo algunos instantes. Por encima del sentimiento de dolor y de ira que la embargaba asomó su cabeza el orgullo de mujer. Después de examinar con ojos ansiosos la figura de Amalia no pudo menos de murmurar con amargura: ¿De qué se habrá enamorado ese hombre? ¡Si es una gata disecada! Después pensó: ¿Qué se dirán?

Has hecho mal en coger a una mujer tan gorda. Yo he cogido una pequeñita, delgada, y... ; pero, con todo, veo que tiene buenas garras. Llevas en el rostro señales abundantes. ¡Tiene garras de gata! Todas parecen gatas. He tomado parte en cien batallas; he recibido sablazos, bastonazos, pedradas, hasta murallazos, y nunca he pasado un rato tan malo.

Á ellas hacen sin duda alusión las palabras del Almirante: la de atavío debe referirse á las pavesadas de paño colorado que ponían los bajeles de la época en las bordas y alrededor de la gata ó cofa, en fiestas y combates, según se ve en varias pinturas, singularmente en una de la iglesia de Zumaya, en que se representa combate de naos castellanas y portuguesas .

Los dioses del hogar existen todavía para nosotros. ¡Que toda nueva fe tolere este fetiquismo, si no quiere de otro modo perjudicar sus raíces! Silas comió más silenciosamente que de costumbre y pronto puso a su lado su tenedor y su cuchillo para seguir con la vista medio distraída a Eppie que jugaba con el ratonero Snap y con la gata, lo que prolongaba mucho el almuerzo de la joven.

Y como él contestase afirmativamente, sin jactancia, con sencillez, Nélida casi le saltó al cuello. ¡Mi rey!... ¡Mi hombre!... ¡Lástima que estemos aquí! ¡Ay, qué beso te pierdes! Encontráronse con el señor Kasper, que los acogió con toda la bondad de su rostro patriarcal. «Papá... papáSu hija le besaba las barbas venerables, insistiendo en esta caricia con un runruneo de gata amorosa.

Concluída la requisa, entraba tranquilamente en el sagrado recinto, y como era así tan locuaz y francote, tenía su círculo que le festejaba; mas, ocurría a veces con él lo que con aquella gata doncella de la fábula, que, en viendo un ratón, le corría detrás, olvidando su nuevo papel y su alto rango: alguien pasaba junto al grupo, en que don Raimundo peroraba con su grandilocuencia de costumbre, veíale el orador y allí mismo se dejaba su discurso y su público, para correr en pos del otro y echarle el guante sin más trámite.

Como se había propuesto no dejar en paz a nadie en la casa, hasta se metía con la pobre Loca, una gata vagabunda que ejercía la rapiña en todas las habitaciones, pero cuyas correrías toleraban los vecinos porque con ella no quedaba rata viva.

Era una figura airosa, pero de movimientos lánguidos, como de gata friolera, y actitudes sobriamente voluptuosas, como de estatua griega; el traje más modesto realzaba mejor su hermosura, y con un vestido completamente negro, un grueso ramo de amarillentas rosas en el entreabierto escote, sencillamente recogido el pelo, libres de pendientes las diminutas orejas, y sin guantes las aristocráticas manos, no había hombre capaz de contemplarla un segundo sin darse la enhorabuena por haber nacido.

Palabra del Dia

sueldos

Otros Mirando