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Actualizado: 26 de octubre de 2025


En el óvalo pálido, que resalta sobre la sombra de los cabellos, ve brillar dos ojos negros picarescos que le miran con malicia de gata joven. De pronto deja de silbar; entonces suena en su oído una risa burlona, y la voz alegre de su cuñada le dice: Vamos, Juan, continúa. Y, como él no quiere acceder a esa petición, la joven frunce los labios y se pone a silbar imperfectamente algunas notas.

Matildita dio cien vueltas en torno mío, como una gata mimada, intentando averiguar si me sentía enfermo, como decía, o bien me hallaba bajo el peso de uno de esos dolores morales que, por desgracia, ¡ay!, ella tan bien conocía. No le fue posible, y quedó grandemente desabrida. Encerreme en mi cuarto y me puse a escribir una carta a Gloria, que me resultó de nueve pliegos y una cuartilla.

Desde aquí haría rumbo Sudoeste hasta el cabo de Gata, donde empieza á angostarse el Mediterráneo, formando el embudo del estrecho. Luego pasarían ante Almería y Málaga, llegando á Gibraltar al día siguiente. Aquí es donde esperan muchas veces los enemigos dijo Ferragut á uno de los oficiales . Si no tenemos un mal encuentro antes de la noche, habremos terminado perfectamente nuestro viaje.

Ahora que ya eres mío, porque supongo que vendrás a menudo, te lo voy a decir. ¡Me gustabas de un modo atroz! ¿Y verdad que tu Carola te gusta también más que aquella gata esmirriada? Mira... no los años que tienes; nadie tiene más de los que representa; pero ya quisieran muchos jóvenes igualarse contigo. ¿De veras, pichona? ¡Buenos están los jóvenes!... ¡Tísicos!

La he visto entrar cautelosamente en su camarote, como una gata estremecida, y llegar después de ella al barón belga... Y el otro busca que busca. ¡Lo más divertido!... Pero ¿qué tiene usted? ¿Por qué esta triste?... Fernando experimentó un deseo egoísta de comunicar su desaliento y su amargura a este amigo regocijado. Soy un miserable que siente asco de mismo. Un verdadero miserable.

Temió una traición de aquella gata; temió, así Dios le salvase, un tremendo mordisco sobre la yugular, una sangría suelta... pero al retroceder con un ligero esfuerzo, sintió sobre la nuca el peso de dos brazos que le apretaban con tal especie de ahínco, que no podía confundirse con la violencia ni el dolo malo; y acabó de entender, con gran sorpresa, de qué se trataba, cuando oyó un gemido ronco y mimoso, de voluptuosidad soñolienta, imperativa en medio del abandono, gemido que él conocía perfectamente y cuyo significado no podía confundirse con nada.

Pero los médicos de París son filósofos imperturbables que viajan entre el lujo y la miseria, sin extrañarse de nada, del mismo modo que pasan del calor al frío sin resfriarse. La señora Chermidy estaba envuelta en vestido acolchado de raso blanco. Con aquel traje parecía una gata sobre un edredón, una joya en su estuche.

Y con su suave acento y sus modestos meneos disimulaba y contenía el impulso feroz que hace a la gata rabiosa tirarse a los ojos del contrario; diose al fin Currita por satisfecha y marchóse, dejando a su parecer a la dama duende confundida y humillada.

¡Ay qué Dios! ¿Y para preguntar por la salud del sobrinito te estás media hora de pitorreo con la tía?... Mira, Antonio, no quieras meterme los dedos por los ojos... ¡Líbreme Dios de ese sacrilegio!... Lo que quiero es meter los labios ahora mismo. ¡Ea! no me vengas con monerías de gata tripera... Confiesa que te gusta aún María... Vete con ella bendito de Dios y déjame á el alma quieta...

Al salir, repartidos en grupos, se decían en voz baja: «Todo esto lo ha preparado Mesía; don Fermín es su rival y él quiere arruinarle, aniquilarle. »¿Pero ¿quién llevará el gato al agua? »¿Qué gato? »¿O la gata? »El Magistral. »Álvaro. »O los dos... »O ninguno. »En fin advirtió Foja yo ni quito ni pongo rey.... »Pero ayudo a mi señor» concluyó el coro.

Palabra del Dia

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