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Actualizado: 26 de junio de 2025


Ronzal, Trabuco, que admiró aquel sermón, dos meses después sacaba partido de las citas de Glocester en las discusiones del Casino, y decía: «Señores, lo que sostengo aquí y en todos los terrenos, es que si proclamamos la libertad de cultos y el matrimonio civil, pronto volveremos a la idolatría, y seremos como los antiguos egipcios, adoradores de Isis y Busilis; una gata y un perro según creo».

Las personas atrasadas no saben cómo debe educarse una joven moderna. Es la ignorancia, el fanatismo de la gente que habla español...» Y Nélida, que a su vez se acuerda de que tiene un padre, le acaricia las melenas con manoseos de gata amorosa y suspira agradecida: «Papá... papá...». La familia más interesante de todo el buque. Y aún falta el otro, el «guardia de corps».

Debió de penetrar la maldita gata aquella en el pensamiento de su ama, pues como si contestara a una pregunta, le dijo de buenas a primeras: «Pues ahorita, cuando bajé a la carnicería, ¿sabe?, encontreme a la señorita Cirila. Me preguntó por el señorito, y dijo que pasaría a verla a usted, sin decir cuándo ni cuándo no.

«Clamaban dice el manuscrito del conde del Aguila los alaridos de la gente porque la mujer era hermosa: cuatro de los religiosos se abrazaron con el marido sin dejarle menear y ayudados de otros y diciendo á grandes voces: Ya ha perdonado echaron abajo á la mujer, que dió un salto por la escalera como una gata, y sin cesar las voces de Ya ha perdonado fué notable el alarido y contento de todos, y se la llevaron en volandas á San Francisco.

Yo soy gata, y muy gata, y porque soy gata, te araño y te arranco estos ricitos tan cucos de donde cuelgas los corazones. ¿Hay alguno colgado? preguntó Miguel riendo y dejándose sobar pacientemente. Vamos, basta, Julia dijo la brigadiera sonriendo también.

En su encierro voluntario ni la vista ni el oído podían disfrutar grandes deleites; pero en cambio gozaba las sensaciones nuevas del refinamiento del gusto y del olfato, y aun del contacto de todo su cuerpo de gata mimosa con las suavidades de su ropa blanca, dentro de la cual se revolvía como un tornillo de carne.

Mi amiga se inclina con su gracia habitual ante la abuela, que la besa en la frente, y va a sentarse a mi lado después de haber yo saludado a las recién llegadas y preguntado por Pomme, la gata favorita de la señorita Bonnetable, y por Loustic, su perro. La Bonnetable no se parece en nada a la Sarcicourt, de la que es casi contemporánea.

No se apuró mucho, sin embargo: mientras el ministro leía, habíase ido incorporando poco a poco, haciendo mohínes de espanto y gestos de protesta, y de repente, con la agilidad de una gata cazadora que se lanza sobre el incauto ratoncillo, arrancó de manos del ministro la peligrosa carta y la arrojó al fuego... El papel se enroscó un segundo entre las llamas, quedando al momento convertido en cenizas.

Por la noche estaba hasta las doce y a veces hasta la una, no faltando ni aun cuando se veía acometido de sus terribles jaquecas. La sorpresa y confusión que a doña Lupe causaba esto no hay para qué decirlas, y no se satisfacía con las explicaciones que su sobrinito daba. «Aquí hay gato encerrado decía la astuta señora , o en términos más claros, gata encerrada».

Era una gata juguetona y feroz prolongando la agonía del ratón caído en sus zarpas. En su cerebro hablaba una voz brutal, como si le aconsejase un homicidio. «¡De hoy no pasa!... ¡de hoy no pasa!...», se repitió varias veces, dispuesto á las mayores violencias para salir de una situación que consideraba ridícula.

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