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Actualizado: 28 de julio de 2025
Pero este desdén orgulloso fué funesto en sumo grado para el poeta. Mientras que muchos poetas dramáticos medianos eran celebrados, en general, se le atendía muy poco, y su nombre, ó no se encuentra en los escritores coetáneos, ó sólo se cita de paso y á la ligera.
Fué causa, segun dicen, esta muerte Tan fuera de razon, contra justicia, Del funesto suceso, horrible, y fuerte Del infeliz D. Pedro y su milicia. Que echada esta envidiosa y cruda suerte Con tanta cobardía y gran malicia, Comenzò
Todo novelista que se respeta, todo dramaturgo que posee el secreto de hacer patalear de entusiasmo al público, no conoce vacilaciones al graduar la simpatía atractiva de sus personajes. El hombre funesto, el «traidor» de la obra, ya se sabe que debe ser un rico, un manipulador de caudales; y si ostenta el título de banquero, mejor que mejor.
En el Museo Imperial de Viena hay otro lienzo que representa al mismo Príncipe pasados tres o cuatro años con traje de terciopelo negro bordado de plata, y ferreruelo: esta junto a una mesa cubierta de tapete rojo, donde tiene el sombrero, y la figura destaca sobre fondo gris. «Esta obra dice Beruete es en conjunto maravillosa, pero lo más admirable de ella es el prodigioso modelado del rostro pálido, iluminado de frente, y la expresión de la fisonomía, donde se lee el carácter de aquel niño universalmente querido, cuya prematura muerte ejerció funesto influjo en el destino de España.»
Alarmóse entonces el futuro ministro y escribió a Butrón pidiéndole categóricas explicaciones de aquel obstinado silencio que le hacía sospechar en la dama algún resentimiento, peligroso siempre y funesto en aquellas circunstancias, en que la amistad íntima y la repleta caja de los consortes Villamelón le eran de todo punto indispensables.
A todos les pareció extraordinario que una joven a quien tenían por delicada y sensible, encontrase placer en un espectáculo que no podía dejar de traerle a la memoria un recuerdo funesto. Hubo, sin embargo, que habituarse a su presencia, porque desde este día no dejó de ir a la sala de armas, a las horas que lo hacían el señor de Maurescamp y sus huéspedes.
Ese hombre, eres tú me dijo exhalando en un grito inmenso toda su alma, y dejándose caer abandonada y trémula entre mis brazos. ¡Oh! qué feliz soy añadió sollozando de placer ¡Dios! ¡y tú! La memoria es un don funesto. ¡La memoria, que nos trae en la desgracia, el encendido recuerdo de la felicidad perdida! ¡Oh! ¡la memoria! ¡Si Satanás no tuviese memoria, no estaría condenado!
LEONOR. Es preciso; ya no hay en el universo nada que me haga apreciar esta vida que aborrezco. Aquí de Dios en las aras, no veré, amiga, a lo menos, a esos tiranos impíos que causa de mi mal fueron. JIMENA. Ni una esperanza... LEONOR. Ninguna; él murió ya. JIMENA. Tal vez luego se borrará de tu mente ese recuerdo funesto. El mal, como la ventura, todo pasa con el tiempo.
Vístome y vuelvo á olvidar tan funesto día entre el corto número de gentes que piensan, que viven sujetas al provechoso yugo de una buena educación libre y desembarazada, y que fingen acaso estimarse y respetarse mutuamente para no incomodarse, al paso que las otras hacen ostentación de incomodarse, y se ofenden y se maltratan, queriéndose y estimándose tal vez verdaderamente.
Ella no hablaba del destino reservado a su amor. ¿Guardaba eso silencio porque más le urgía apaciguar al rebelde que asegurar su propia felicidad? O por el contrario, ¿volvía su atención a la desilusión moral para distraerla de una visión más, pavorosa, de un desengaño que le habría sido mucho más funesto?
Palabra del Dia
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