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»Es un débil consuelo, señora, en un dolor como el suyo, el placer de la venganza. No obstante, nos sentimos orgullosos de poder decir a usted que hemos hecho gloriosos funerales a nuestro bravo comandante.

En verano, los días que no apretaba el dolor y las piernas estaban fuertes, bajaban a la playa, y el capitán, enardecido a la vista del mar, desahogaba sus dos odios. Odiaba a Inglaterra por haber oído silbar más de una vez las balas de sus cañones. Odiaba la navegación a vapor como un sacrilegio marítimo. Aquellos penachos de humo que pasaban por el horizonte eran los funerales de la marina.

Procedía el sauce de La tumba de Napoleón en Santa Elena; el ángel que hacía pucheros había venido del túmulo que pusieron en el Escorial para los funerales de una de las mujeres de Fernando VII, y la lontananza fue tomada de un grabadito de no qué librote Lamartinesco que era todo un puro jarabe.

Has sido la grave orquesta De los cánticos triunfales, Y en los tristes funerales, Melancólico pregon; Y colgado de tus cuerdas Un pueblo de audacia lleno, Ha hecho brotar de seno La voz de revolucion. Y tus ecos tempestuosos Por el aire resonaron Cuando en Mayo saludaron El sol de la redencion, Cuyo vivífico rayo Como un martillo de oro Te dió el acento sonoro De la estátua de Memnon.

Del lento y triste sonido cada toque, cada nota en el vago viento flota como doliente gemido, y de la noche en la calma el melancólico són, siente estremecida el alma cual solemne admonición. ¡Se desprenden esos dobles lúgubres y funerarios de los altos campanarios en fúnebre vibración; en esos dobles alienta algún espíritu irónico que a cada nota que zumba, con agrio gesto sardónico rueda implacable y derrumba y oprime con todo el peso de la piedra de una tumba el humano corazón! ¡Quienes tañen las campanas de los toques funerales no son pobres campaneros, no son sencillos mortales, son espectros sepulcrales! ¡Y es el Rey de los espectros quien toca con más tesón!

Repito que se queden todos dijo la de Rumblar con fúnebre acento . Quiero que asistan a los funerales del honor de mi casa. Asunción, si quieres, no que te perdone, sino que tolere tu presencia aquí, confiesa todo. Me prometió abrazar el catolicismo... me dijo que marcharía de Cádiz para siempre, si no... Yo creí... Basta exclamó Villavicencio . Que se retire a buscar algún reposo esta criatura.

Cuando la enterraron, los curiosos que fueron a verla ¡esto que es inaudito y raro! la encontraron casi bonita; al menos así lo decían. Fue la única vez que recibió adulaciones. Los funerales se celebraron con pompa, y los clérigos de Villamojada abrieron tamaña boca al ver que se les daba dinero por echar responsos a la hija de la Canela.

En cambio no hay gracias que no se les prodiguen, ni homenajes que no se les rindan, ni elogios que no se les tributen. Sus listas civiles no son discutidas. Cuando envejecen, se les honra y cuando mueren se les hacen funerales solemnes. ¿Y qué dan ellos en cambio de todo eso? Una voz irónica respondió: ¡Casi nada: su genio! Todas las miradas se dirigieron al que acababa de hablar.

Sus ojos se iluminaron. Aquellas manos aristocráticas que se habían abierto tan a menudo para dar, se crisparon ávidamente como las garras de un avaro. Rompió el papel de todos los cartuchos, hizo brillar el oro amarillento a la luz de una lámpara humeante e hizo tintinear a sus oídos aquellos discos trémulos, que tañían alegremente los funerales de Germana.

Era de rigor que yo las atajara en estas alturas del apóstrofe con otro en que salían a danzar su compromiso de no abandonarme hasta pasado el día de los funerales; la obra caritativa que estaban haciendo mientras me acompañaban en mi soledad, y aliñaban y vestían el viejo y sucio caserón, y disponían el programa para aquel acontecimiento, tan extraño para ; lo cómodo y a gusto que yo me encontraba en la habitación que había elegido al cederles la mía, que era la menos mala de la casa, aunque estaba a cien leguas de ser lo que merecían ellas; lo distraído y animado que se encontraba don Pedro Nolasco, y el bien que esto le hacía en horas tan críticas y de tanto peligro para él.