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Actualizado: 16 de junio de 2025


Al ver su encantadora figura, de formas elegantes y redondeadas, sus ojos animados, sus mejillas frescas adornadas de un par de hoyos como dos nidos de amor, sus labios de cereza, una verdadera rosa, en fin, de carne y hueso, recobró de pronto todo el aplomo y dijo con voz segura: Me alegro de que venga Carlota y escuche lo que le voy a decir... Carlota se acercó.

Hago la negra dura cama y tomo el jarro y doy comigo en el río, donde en una huerta vi a mi amo en gran recuesta con dos rebozadas mujeres, al parecer de las que en aquel lugar no hacen falta, antes muchas tienen por estilo de irse a las mañanicas del verano a refrescar y almorzar sin llevar qué por aquellas frescas riberas, con confianza que no ha de faltar quién se lo , según las tienen puestas en esta costumbre aquellos hidalgos del lugar.

Tendidos sobre la caldeada tierra a orillas del río, cuyas frescas emanaciones buscábamos con anhelo, entreteníamos las horas hablando, cantando o haciendo eruditas disertaciones sobre la campaña tan felizmente emprendida.

Pero las dotes de Godofredo eran interiores y por lo mismo más sólidas. No sólo poseía alma pura y virginal y un cuerpo inmaculado, sino que su inteligencia, acalorada por el entusiasmo místico, producía hermosas obras, frescas y brillantes como las rosas de Mayo.

Para recordar todas estas creencias y conservarlas frescas en la memoria, sirvieron mucho las fiestas anuales, comunes á todos los pueblos católicos, y grandiosas por mismas, y otras varias peculiares de la liturgia española.

La charla de sus labios infantiles, suave como el gorjeo de un pájaro; el canto un poco ronco, pero aun más tierno, por eso mismo, de su padre, al dormirla entre los brazos; los sueños, las frescas carcajadas de la adolescencia, el hermoso sol de las mañanas de abril que la bañaba en su cuarto, las caricias incesantes de su madre, el calor del hogar en suma, ese calor que no se compra con los tesoros de la tierra, todo quedaba detrás de ella impreso en las paredes, empapado en los muebles. ¡Y ella lo dejaba sin lágrimas!

Las dalagas iban lujosamente vestidas, montando ligeros caballos. El Gobernadorcillo de Atimonan tenía preparada bajo un bonito kiosko, una suculenta merienda. Lo delicioso del lugar, las frescas brisas del Pacífico cuyas espumas llegaban á nuestros pies, y la armonía de la música que se mezclaba con el eterno y acompasado murmullo de las ondas, nos retuvo más tiempo del que debíamos.

La salud brillaba en sus frescas y sonrosadas mejillas; la calma, en su cándida y tersa frente, coronada de rubios rizos; la serenidad del espíritu, en sus ojos azules, donde cierto fulgor apacible de caridad y de sentimientos piadosos suavizaba el ingénito orgullo.

¡Inmutable ley es, que el corazón no dejará de latir mientras haya vida! ¡La tisis ocupará siempre un rincón en las salas de incurables! Los médicos que asistían á Lola, comprendieron bien pronto que la terrible enfermedad se incubaba en su vida. La ciencia creyó que lo mejor para la enferma sería el campo y las puras y frescas brisas.

Se sonaba, no obstante, en el lugar que el verdadero objeto del amor de Currito era la maestra doña Ramona, la cual no había cumplido aún cuarenta años, estaba colorada y sana, y por los bríos y robustez de sus frescas y apretadas carnes era una bendición de Dios y daba gloria verla.

Palabra del Dia

rigoleto

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