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Actualizado: 16 de junio de 2025
Allí, los obscuros manojos de espinacas; las grandes coles, como rosas de blanca y rizada blonda encerradas en estuches de hojas; la escarola con tonos de marfil; los humildes nabos de color de tierra, erizados todavía de sutiles raíces semejantes a canas; los apios, cabelleras vegetales, guardando en sus frescas bucles el viento de los campos, y los rábanos, encendidos, destacándose como gotas de sangre sobre el mullido lecho de hortalizas.
El polvo deslustraba las hermosas lacas, y tendido sobre todo una neblina áspera y gris que no podía ser tocada sin estremecimiento de nervios. Sobre la chimenea permanecía un jarrón con flores que fueron naturales y frescas nueve años antes. Eran ya un indescriptible harapo cárdeno, que al ser tocado, caía en partículas secas y sonantes, como los despojos de cien otoños.
Pero ambos callaron, suspensos de la música de Zoraida, que se hallaba en uno de sus momentos de exaltación. El motivo de Beethoven jugaba con cierta gracia infantil, sus frases líricas parecían caminar sobre el teclado, frescas, ligeras, y acariciaban el oído sin despertar inquietud.
Hace un momento, Luciana, así se llama, me ha preguntado de repente, después de andar juntas un gran rato sin decir palabra, si no sentía a Dios presente en el aire puro y libre de los campos, en las frescas enramadas del bosque, en el brillo chispeante del sol y hasta en la delicada pequeñez de los musgos y de las flores lo mismo que en la iglesia.
En el silencio de la noche, la voz reposada y armoniosa de María Teresa, llegó hasta Juan: Pues sí, lo prefiero a todos los demás, porque baila el boston admirablemente. Los pasos se alejaron; las risas frescas de las jóvenes se fueron apagando, se sintió el ruido de las puertas que se cerraban, y luego, poco a poco, reinó el silencio.
Alegre y apacible y muy graciosa La tierra por aquí vimos, poblada De frescas arboledas, y abundosa De caza, y nunca ha sido conquistada. La gente es labradora, y codiciosa De guerra, y es en ella muy versada; Mas tómalos Garay muy descuidados, Y asì pudieron ser desbaratados.
Pronto las carcajadas de Obdulia Fandiño, frescas, perladas, como las llamaba don Saturno, llenaron el ambiente, profanado ya con el olor mundano de que había infestado la sacristía desde el momento de entrar. Era el olor del billete, el olor del pañuelo, el olor de Obdulia con que el sabio soñaba algunas veces.
Y diciendo esto, sin atender a más razones, se echó como loco sobre ella, y tan de repente, que ella no pudo sustraerse a sus abrazos y a sus besos. Cinco o seis, que en el número no están de acuerdo los historiadores, le plantó en las frescas mejillas, que se pusieron rojas como la grana. Y no contento, le buscó la boca para besársela, y se la halló y se la besó.
Seguramente que entre esos hombres, de tez rubicunda y mirada hosca había algunos que, gracias a su bondad natural, no se sentían siempre impulsados a la brutalidad, aún en medio de sus extravíos. Esos, en la época en que sus mejillas estaban frescas, habían sentido la punta acerada del pesar y del remordimiento.
Bien, muy bien dijo ; diez principios con perniles, diez platos de volatería, otros tantos de pescados, ocho de caza mayor, surtido completo de entremeses, variedad de empanadas, de asados y de fritos, seis ensaladas, todas las frutas secas y frescas de la estación y abundancia de conservas y dulces de repostería; bien, muy bien, señor Gómez; ya veo que no hago aquí gran falta. ¿Y la cena, señor Gómez?
Palabra del Dia
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