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Actualizado: 25 de junio de 2025


Ni tampoco faltan los arranques brutales de la fuerza, o sean las coacciones escandalosas, como se dice en términos técnicos. A este propósito se citan en la Academia algunos hechos que, por su gravedad y por las tristísimas circunstancias de que se hallan rodeados, conturban y abaten el ánimo. Se dice, por ejemplo, que en cierta ocasión el bibliotecario, Sr.

Desesperado y rabioso estaba yo de verle convertido en bon vivant, con sus puntas y collar de bribón desvergonzado; mas para evitar habladurías escandalosas, determiné aconsejar al colegio de los magos que siguiese sosteniendo que Parsondes había subido al empíreo, y que siguiese venerando su imagen, sin descubrir nunca, antes negando rotundamente, que Parsondes vivía con las bailarinas de Babilonia, en el alcázar de Nanar.

En 19 de Junio mandó el Cabildo de la Santa Iglesia que los señores oficiales de Fábrica hagan que se eche mucha agua enfrente de la Capilla de los Reyes los dias de fiestas para que no se sienten allí mujeres escandalosas.

Á medida que las libaciones se hacían más numerosas y frecuentes, y el vapor del espumoso Champagne comenzaba á trastornar las cabezas, crecían la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los cuales éstos arrojaban á los monjes de granito adosados en los pilares los cascos de las botellas vacías, y aquéllos cantaban á toda voz canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá prorrumpían en carcajadas, batían las palmas en señal de aplauso, ó disputaban entre con blasfemias y juramentos.

Pues estas cosas, tan estúpidas de puro vulgares, las hacía y decía todos los días, y eran vistas y oídas de todos; a veces, Esteven perdía la paciencia, y entonces se armaban tremolinas escandalosas: que , que yo, que si esto, que si lo otro, eres así, eres asá; escarbaban en el pasado de ambos, para sacar toda la porquería y embadurnarse sin piedad la cara mutuamente.

Y lo que más desgracia dicha revista ó Mensajero, siempre, según nuestro autor, son las novelas y cuentecitos que allí se insertan, «donde hierven tales osadías de ideas y tales arrojamientos de frases y de palabras, y donde se refieren lances y percances tan crudos y poco decentes y situaciones tan escandalosas, que muchos padres de familia, luego que recibían el tal Mensajero, le escondían con cuidado para que no le leyesen sus hijas».

Interviene en el traje, declarando cuál es el porte honesto y cristiano y cuáles las galas escandalosas; da reglas para las secretas expansiones en el lecho matrimonial, y hasta se introduce en la cocina, creando un arte culinario del catolicismo, que reglamenta lo que se debe comer, lo que no debe mezclarse, y anatematiza ciertos manjares que, siendo buenos el resto del año, resultan el más horrendo de los sacrilegios en determinados días.

Y desde las columnas de ellos se decían, más o menos veladas, mil insolencias; se sacaban a relucir en cuentos alegóricos muchas historias escandalosas. En esta guerra la hija llevaba la peor parte: no podía ser tan liberal como la querida. Amparo distribuía los billetes de Banco a manos llenas.

En aquel sombrío palacio habitaba un hombre misterioso de quien se contaban vagamente mil extrañas historias, a quien se atribuían además ideas y frases escandalosas contra la religión y sus ministros. El joven clérigo apenas le conocía. D. Álvaro Montesinos había pasado casi toda su vida en Madrid. Hacía dos o tres años solamente que había venido a establecerse a Peñascosa.

Me dijo que sólo había ideado aquel viaje con el objeto de marcharse conmigo, que podríamos ir al extranjero y vivir como marido y mujer... una serie de cosas escandalosas que me dejaron yerta. Tuve fuerzas, sin embargo, para responderle. Lo hice con tal energía, porque estaba como loca, que le asusté. Le amenacé con gritar si no se marchaba inmediatamente... Obedeció.

Palabra del Dia

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