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Uno de estos arbustos exigía varios hombres y un día entero para ser arrancado, y cuando los roturadores á destajo lo encontraban, prorrumpían en lamentaciones y juramentos.

Á medida que las libaciones se hacían más numerosas y frecuentes, y el vapor del espumoso Champagne comenzaba á trastornar las cabezas, crecían la animación, el ruido y la algazara de los jóvenes, de los cuales éstos arrojaban á los monjes de granito adosados en los pilares los cascos de las botellas vacías, y aquéllos cantaban á toda voz canciones báquicas y escandalosas, mientras los de más allá prorrumpían en carcajadas, batían las palmas en señal de aplauso, ó disputaban entre con blasfemias y juramentos.

Jóvenes cuya distinción entusiasmaba á doña Elena prorrumpían en apóstrofes contra las corrupciones de París, corrupciones que habían estudiado á fondo velando hasta la salida del sol en las virtuosas escuelas de Montmartre. Todos adoraban á Alemania, donde no habían estado nunca ó que conocían como una sucesión de imágenes cinematográficas. Aplicaban á los sucesos un criterio de plaza de Toros.

La gente popular, unos impacientes y otros con sobrada cólera, otros no bien intencionados, prorrumpían en melancólico y desordenado motivo que cada uno fabricaba diversas especies sin acertar con el principal por discurrir y no bien en todos.

La joven saludábalas con dulce sonrisa, y todas ellas prorrumpían en formidable griterío. ¡Danos argo, señorita!... ¡

Algunos prorrumpían en largos bostezos y otros arrojaban al fuego trozos de tablas; corrían de mano en mano las calabazas de aguardiente, y los que se habían calentado se retiraban del corro para ceder el puesto a los vecinos que tiritaban. Pero cierta impaciencia se iba apoderando de la multitud.

Las mujeres prorrumpían en lamentos. La madre de Margalida, olvidando toda prudencia, juntaba las manos y elevaba los ojos con una expresión de terror. «¡Reina Santísima!...» Febrer, a quien el descanso en la cama había devuelto la serenidad, extrañábase de estas exclamaciones.

No hay nada imposible para los croupiers sostenían. Naturalmente, que ninguna persona razonable puede considerar en serio semejantes rumores. Lo indudable, sin embargo, es que el cielo se nublaba. Un descuido de la Naturaleza, un momento de debilidad, ¡qué yo! Entonces millares de personas, hábilmente diseminadas por los hoteles y cafés de San Sebastián, prorrumpían en gritos estentóreos.

La esposa del hombre ilustre renovaba el mobiliario y el vestuario de la familia; los dos cónyuges adquirían una casita de campo para que los niños se criasen mejor; todos en el hogar prorrumpían en elogios a la Argentina, y los amigos y hasta las más lejanas relaciones fijaban su atención en este país maravilloso, donde no hay más que agacharse para encontrar plata.

Callaban ó prorrumpían en adulaciones al ungido de Dios, músico y comediante como Nerón, de una inteligencia viva y superficial, que, por tocarlo todo, creía saberlo todo. Ansioso de alcanzar una postura escénica en la Historia, había acabado por afligir al mundo con la más grande de las calamidades. ¿Por qué ha de ser rusa la tiranía que pesa sobre mi país?