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Actualizado: 27 de junio de 2025


Dícenmelo, respondió él, vuestros divinos ojos, que en vano de se apartan para no verme, porque con más afición y más encendidos rayos de amor, ¿qué digo? de gloria, a mirarme tornan; dícemelo vuestro hermoso seno, que los amantes latidos de vuestro corazón mueven; dícemelo vuestra voz enamorada, que en vano pretende remedar al enojo; dícemelo, en fin, mi deseo, señora mía, porque si vos no me amaráis, tormento insoportable sería para la desesperada memoria de vuestra adorada imagen, muerte mi vida, infierno mi esperanza.

Salió de la cárcel con la cabeza más aturullada y los ánimos más encendidos. Entrole entonces cierto afán por las lecturas, porque reconocía su ignorancia y la necesidad de entender las ideas de los grandes hombres y los sucesos notables que habían pasado en el mundo.

La crisis fue corta. Levantose la oradora con los ojos encendidos, pero sin que una lágrima escaldase su mejilla morena. Indignada, miró a Baltasar y lo encontró sereno, inconmovible, con su fina y sonrosada tez y sus ojos garzos y trasparentes, en los cuales se reflejaba la luz del cielo sin comunicarles calor.

A las ocho le dijo Antoñona que D. Luis iba a venir; y Pepita, que hablaba de morirse, que tenía los ojos encendidos y los párpados un poquito inflamados de llorar y que estaba bastante despeinada, no pensó desde entonces sino en componerse y arreglarse para recibir a D. Luis.

Una tarde, al guardar sus joyas, Kassim notó la falta de un prendedor cinco mil pesos en dos solitarios. Buscó en sus cajones de nuevo. ¿No has visto el prendedor, María? Lo dejé aquí. , lo he visto. ¿Dónde está? se volvió extrañado. ¡Aquí! Su mujer, los ojos encendidos y la boca burlona, se erguía con el prendedor puesto. Te queda muy bien dijo Kassim al rato. Guardémoslo. María se rió.

Y añadió para distraer la conversación: Me he levantado temprano esta mañana, he trajinado mucho por arriba: de modo que en cuanto me senté me he quedado fritita sobre el mostrador. Manolo guardó silencio y reparó con inquietud que tenía los ojos muy encendidos, señal de haber llorado recientemente y no poco.

De repente se siente ruido en la chimenea: la dama tiembla, mira, y ve que de ella sale saltando por encima de los leños encendidos, un hombre tiznado: en su delirio cree que es el negro: domínanla al mismo tiempo el estupor y la concupiscencia. La luz se apaga. ¡Pataplum!... ¿Qué les parece á ustedes esta situación?

Al oír este tremendo estrépito, el toro se paró, alzó la cabeza y pareció preguntar con sus encendidos ojos si todas aquellas provocaciones se dirigían a él, a él, fuerte atleta que hasta allí había sido generoso y hecho merced al hombre, tan pequeño y débil enemigo; reconoció el terreno y volvió precipitadamente la amenazadora cabeza a uno y otro lado.

10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo, serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella están, serán quemadas. 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos siendo encendidos, serán deshechos, y los elementos siendo abrasados, se fundirán?

¿De veras, cielo? preguntó Celesto cogiéndola al mismo tiempo por la barba y clavándole sus ojos claros de besugo, encendidos por una chispa amorosa. Andrés consideró que debía salir a ver cómo andaban los caballos. No se habían movido del sitio; tranquilos, cabizbajos, abstraídos.

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