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Actualizado: 9 de junio de 2025


Al menos se requería contemplar a Elisa muy de cerca a fin de advertir sobre su rostro alguna levísima huella del tiempo que había pasado. Contábanse tales prodigios acerca del poder seductor de Elisa, que hasta los hombres más fatuos y más preciados de invulnerables temían enamorarse si llegaban a tratarla mucho.

Esta era una muchacha muy bonita, emparentada con las Aliaga, aunque casi no tenían con ella relación de amistad. ¿Elisa Jiménez? No es muchacha para enamorar a Julio repuso Laura casi en voz baja y como distraída. O entonces alguna señora casada sugirió Carmen, mirando de nuevo con aquella expresión sonriente y confusa a su hermana mayor. ¡Camucha! le gritó ésta.

Con tal de vengarse no le arredraba ya ni el delito; no le sonrojaba meditar en los medios más viles y llegar a valerse de ellos. Dos días después del cruel desengaño de Elisa, don Braulio González, al ir a sentarse en la mesa de su despacho en el Ministerio, vió sobre el pupitre una carta que le iba dirigida.

Elisa empezó, pues, a flirtear con el Condesito. Pronto logró enamorarle un poco; pero no era el Condesito de los que se rinden y se esclavizan con facilidad. La flirtation no deja rastro, ni huella, ni señal de la herida, y puede no obstante penetrar en lo profundo del alma y herirla de muerte.

Beatriz se sentó en su mesa de escribir y trazó a vuela pluma estas breves líneas: «Al marqués de Pierrepont. «Todo lo que Elisa te pida, te lo pido yo también de rodillasAl día siguiente aquél, por indicación de la señora de Aymaret, presentóse en casa de ésta. La vizcondesa presentóle la carta en seguida. ¿De qué se trata? interrogó Pedro con gravedad después de haber leído.

Es una chica razonable, que sólo desea tornar al buen camino; vamos a llevarla a comer y usted le sermoneará lo que sea necesario...» Le juro que había tomado en serio mi papel de bienhechor; por otra parte, la tarea era fácil: la joven Elisa tenía una cara apicarada y un cuerpo delicioso y carnosito. Hubiera usted pensado que contaba por lo menos veinte años. ¡Tan hermosa y robusta parecía...!

El hombre que las acompañaba las libró del peligro agitando su bastón delante de los caballos, los cuales, espantados, se alzaron de manos, y encabritándose y manoteando estremecieron el landó y asustaron a su vez a Elisa.

No lo tomes por donde quema, mujer manifestó Elisa, la joven sabia que poseía el arte de persuadir. Se pueden hacer regalos y caricias sin ninguna mala intención. Todos sabemos en Entralgo que D. Félix te quiere como una hija.

¡Hola, amiguito! arguyó la de Aymaret riendo . ¡Bueno, voy a darle una cita para mañana! Acercóse a su escritorio y escribió este corto billete: «Querida, quisiera verte un instante a solas, tengo algo que decirte. Mañana a las 10 estaré en tu casa. Mil besos. Elisa

El Conde planteó el problema de tal suerte, que fué menester que la incógnita se despejase. Elisa escamoteó, negó todos sus coqueteos, y el Conde se apartó serena y hasta fríamente de su pretensión amorosa. Volvieron los coqueteos; se renovaron las exigencias; ella negó de nuevo, y el Condesito, sin darse por ofendido, desistió por completo de hacer la corte a Elisa.

Palabra del Dia

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