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Actualizado: 9 de junio de 2025


La vizcondesa salió, pero antes paróse un momento en el umbral del taller para enjugar sus lágrimas que arrasaban sus ojos; por fin, dirigióse con rápido, paso hacia las habitaciones de Beatriz: ésta, que esperaba el resultado de la entrevista paseando febrilmente por las alamedas del jardín, corrió al encuentro de Elisa desde que la viera aparecer, e interrogándola angustiosamente: ¿Y bien?

Era rica; a pesar de sus vanos coqueteos, su reputación se había conservado sin mancha; era de una familia no menos ilustre que el Conde; era para el Conde un excelente partido; ¿por qué no habían de casarse los dos? Era el único medio seguro que tenía Elisa de triunfar de doña Beatriz.

Ateniéndonos también á La Dorotea, sus padres hubieron de morir mientras él residía en Alcalá, apoderándose de sus bienes un malvado, que huyó con ellos á América. Epístola de Belardo á Amarilis. Epístola al Dr. Gregorio de Angulo. En la Filomena se llama Elisa á Dorotea, y Nise á Marfisa.

No hubo tiempo para que el Conde hablase a Elisa, cuyos caballos, apartado el Conde que les estorbaba el paso, arrancaron con furia, a pesar del brío con que los retenía el cochero. Elisa tuvo tiempo, no obstante, para mirar, para examinar a ambas mujeres. Al punto adivinó quiénes eran. Cruel fué el resultado de su examen.

No se citaba, durante su matrimonio, un solo triunfo que el amor hubiese alcanzado sobre ella. Había sabido infundir, o sin saberlo ni pretenderlo ella, había infundido esperanzas que no llegaban a cumplirse. Hasta ya viuda, Elisa no había tratado con frecuencia al Conde de Alhedín. Verle y desear enamorarle fué en ella todo uno.

Esta volvió a emplear para cautivarle cuantos medios había antes empleado; pero el Condesito, firme y frío como una roca, no se mostraba sensible ni aun se daba por entendido. Elisa no perdió por eso la esperanza: esforzó sus artes y llegó más allá del término hasta donde en toda su vida había llevado la flirtation.

El Condesito y ella quedaron, en apariencia, al menos, muy amigos. Tuvo él que venir a Madrid para negocios, y prometió a Elisa ir a Biarritz a pasar el verano. Ocurrió, estando en Madrid el Conde, la aparición de doña Beatriz y de Inés en los Jardines del Buen Retiro; el empeño del Conde en conocerlas y tratarlas, y cuanto a la larga hemos ya referido.

El Conde no fué a Biarritz a cumplir su promesa amistosa. Elisa, al principio, distraída con otros coqueteos, circundada de adoraciones y triunfante como nunca, no echó de menos la falta del Conde. Supuso que sus negocios duraban aún y le retenían en Madrid.

Se enteraron de las noticias que había de D. Félix y su hija y las comentaron largamente, con la garrulería bien sabida de las comadres. Flora se despidió al cabo. Cuando se hubo apartado unos pasos Elisa la llamó. Florita. ¿Qué decías? ¿Ves esa hermosa tierra que tanto produce? manifestó con sonrisa maliciosa apuntando á la Vega sembrada de maíz que se extendía debajo del camino.

Pronunciaba palabras definitivas acerca del deber, en tanto que mis manos se perdían por la rolliza grupa de esta Elisa tan trémula. ¿Qué sucedió luego...? Creo recordar que la joven me condujo a un baile público y que me obligó a bailar. Debí escandalizar a los concurrentes habituales de aquel lugar, porque pronto nos plantaron en la calle. Yo era ya un pingajo.

Palabra del Dia

rigoleto

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