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Hasta los perros encogían el rabo y se ponían a la vera y al andar de la gente, sobre todo cuando se oyó bramar el cierzo entre los pelados robledales y en las gargantas de la cordillera, y se enturbió de repente la luz, como si fuera a anochecer enseguida, y se vio desprenderse de lo más negro y más lejano de las nubes aquel pingajo siniestro que había visto yo desde mi casa, y unirse luego con el otro pingajo que ascendía de la tierra, y comenzar, fundidos ya en una pieza los dos, a dar vueltas como un huso entre los dedos de una «jiladora» y andar, andar, andar hacia ellos, los peregrinos del monte, como si lo empujara el bramar que se oía detrás de ellos, si no era ello mismo lo que bramaba, repleto de iras y de ansias de exterminio, muertes y desolaciones.

«Pues lo primero que tienen ustedes que hacer indicó la Pacheco , es poner una escuela a esos dos tagarotes y a la berganta de su niña pequeña». No los mando, porque me da vergüenza de que salgan a la calle con tanto pingajo. No importa. Además, esta amiguita y yo daremos a ustedes alguna ropa para los muchachos. Y el mayor, ¿gana algo? Me gana cinco reales en una imprenta.

Pronunciaba palabras definitivas acerca del deber, en tanto que mis manos se perdían por la rolliza grupa de esta Elisa tan trémula. ¿Qué sucedió luego...? Creo recordar que la joven me condujo a un baile público y que me obligó a bailar. Debí escandalizar a los concurrentes habituales de aquel lugar, porque pronto nos plantaron en la calle. Yo era ya un pingajo.

Y por eso, por esa pena tan grande, por ese modo tan triste de ver las cosas, iba usted perdiendo la tranquilidad y el sueño... y hasta la vida... Ni más ni menos, ¡pingajo!... ¡hasta la vida! Una alucinación como otra cualquiera; pero, en fin, así lo ve usted, y esto basta para su martirio que, en definitiva, es real y verdadero.

Troné contigo cuando siendo viuda tuviste «aquello» con el doctor Pajares. Entonces aún podías justificarte, pues al fin amabas algo a aquel perdis.... Pero lo que no tiene excusa es que te hayas vendido, que te hayas entregado como un pingajo de la calle. En mal camino estás, Manuela, y ya es tarde para retroceder. Hay alguien que te castiga, haciendo que la deshonra no pueda servirte de Dada.

Causa risa ver cómo se da hoy de calabazas un ministro de Hacienda para arbitrar, con destino a otra guerra, unos cuantos millones que nadie quiere darle si no hipoteca hasta el último pingajo de la nación. Aprended, generaciones egoístas.

La aureola del martirio vale más que entrar en un calabozo siendo un hombre y salir hecho un pingajo. Estoy muy enfermo, Esteban: mi sentencia de muerte es irrevocable. No tengo estómago, mis pulmones están deshechos, este cuerpo que ves es una máquina desvencijada que apenas si funciona, y cruje por todos lados como si las piezas fuesen a separarse y a caer cada una por su lado.