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Actualizado: 3 de mayo de 2025


En aquel momento, Roberto, que se levanta a las siete y trabaja antes de almorzar, entró en el comedor, y, dirigiendo una mirada a su esposa, acarició suavemente su mejilla, algo más encendida que de costumbre. ¿Qué ocurre, querida mía? le preguntó. Le disgusta que yo no haga nada y que tenga el pelo rojo dije como ofendido. ¡Oh! En cuanto a lo del pelo no es culpa suya admitió Rosa.

El cura se limpió el sudor del rostro y del cuello con un desmesurado pañuelo de yerbas, se sonó después con horrísono trompeteo, dijo tres o cuatro frases insignificantes a propósito del calor y la humedad, y por último, encarándose con su sobrino y clavándole sus ojos grandes, redondos y saltones como los de los cíclopes, y tan fogosos, le dijo pausadamente, dejando caer las palabras graves y solemnes como las campanadas de un reloj de torre: Tengo entendido, Andrés, que visitas con harta frecuencia la casa de Tomás el molinero; que te pasas allí las horas muertas... Me han dicho además que el motivo de estas visitas es una de las muchachas, la más joven, a quien al parecer haces cocos... Esto me disgusta, Andrés; mucho me disgusta.

Pues ¿qué es lo que te disgusta entonces? preguntó Bermúdez seriamente interesado ya en la conversación.

Veamos las ventajas dije fríamente, dirigiéndome a Máximo. Hay que saber ante todo si Gastón de Givors no la disgusta a usted. No lo conozco. Dispense usted, Elena, pero debe conocerlo, porque ha venido aquí varias veces y hasta han hablado ustedes. Es posible, pero no he reparado en él. Viene aquí mucha gente y el señor de Givors se ha perdido en la multitud.

Es la única que no se ríe con los chistes del señor Kisseler, un escultor amigo de mi padre, cuyo ingenio hace gracia a todo el mundo. Este señor me disgusta y me parece grosero, acaso porque no le comprendo, pues da a las palabras más sencillas, en apariencia, un sentido particular que hace reír a los hombres y ruborizarse a las señoras, sin perjuicio de reírse también.

Arturo de Lancy, por ejemplo dijo Amaury al verse en la precisión de contestar. No me disgusta respondió el doctor; es joven capaz y arrogante, tiene buen apellido y además brillante posición.

¡Como si supiera hacer otra cosa el inocente! Gracias por la lisonja. Es justicia, créalo usted... Pero ¿y si el que salte en la conversación no da motivos? Aquí todos le dan, poco o mucho, en diferentes sentidos. ¿Hasta el pobre boticario? Ese es hombre aparte, no solamente en Villavieja, sino en todo el mundo sublunar. En fin, allá usted, que yo lavo mis manos... Pero no le disgusta el tema...

Yo estoy temiendo que siga malo; pero me tranquiliza la idea de que a ser así ya hubieran venido por Sarmiento, que es el médico de allá, aunque quién sabe si, por estar más cerca, llamarían a alguno de Pluviosilla. Hay allá uno que acaba de recibirse y dicen que ha hecho curas muy buenas. Lo que me disgusta es que Angelina no escriba, ni siquiera para saber de la salud de tu madrina.

Si no son cuatro, no bajan de tres con ésta las veces que has recibido las noticias de tu primo como el diablo la presencia de la cruz; y ¡qué quieres que te diga?... me disgusta, me... vamos, que no me parece bien, porque no es justo... en fin, ¡qué canástoles! que hasta me desazona un poco...

Como que antes de estar en Peleches nosotros no se había tratado de su venida. ¿De manera que vienes a confesarme explícitamente dijo don Alejandro volviendo a nublársele un poco la cara , que te disgusta la venida de tu primo? Precisamente la venida por sola, no, repuso Nieves sin amilanarse con la consecuencia sacada de sus palabras por su padre.

Palabra del Dia

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