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Actualizado: 13 de junio de 2025
¡Es que eres tonta! pronunció con rabia la madre . Si las dejas tocar ahí, después no hay remedio sino darles algo a esas perdidas.... ¿Qué importa, mamá? intervino Baltasar . Hoy es mi santo. Que suban, que suban a cantar los Reyes gritó unánime la concurrencia menor de tres lustros. Te uban.... Batasal, te uban, te uban berreó Nisita cruzando sus manos pringosas.
Y si en respecto del firmamento es la tierra como un punto, ¿cuánto será menor puntillo respecto del cielo empíreo? ¿Pues qué dejas, menospreciando el mundo, aunque fueses señor dél, sino un angosto nido de hormigas, por los reales y anchos palacios del cielo?» Aquellas palabras del padre Fr. Diego de Estella traspasaron luminosamente su espíritu.
No hay que jugar con la justicia, que no tiene nada de benévola. Con ella no hay laureles artísticos que valgan. Esos hombres togados te condenarán duramente si te dejas coger. Óyeme con buen sentido solamente un cuarto de hora y después eres libre de hacer lo que quieras. ¿Está convenido, verdad?
Ninguna conversación vale lo que tu silencio, ninguna música lo que tu voz, ningún rumor más suave ni más grato que el de tus menudos pies sobre la alfombra, ningún espectáculo más delicioso que el de tu cabellera rubia cuando la dejas caer sobre la espalda... ¡No busco, no quiero, no necesito más en este mundo! Y al pronunciar estas palabras la estrechaba contra su pecho.
Conque está tranquilo: no soy mujer que arme trapatiesta ni escándalo; pero no me engañes. Ya no me quieres, ¿verdad? Consiento en ser desgraciada, y lo seré si me dejas; pero no mientas por lástima. Francamente, ¿volverás? Aunque redunde en descrédito de la pericia de don Juan, forzoso es decir que el giro que tomó la escena le hizo perder su habitual serenidad. El compromiso era de marca mayor.
Entonces tomé la cuesta muy corriendo; y por esa me ves algo agitada. ¿Te he hecho esperar, papá?... No, hija; esperar, precisamente esperar... no. Mientras Bermúdez respondía así, con aspecto y ademanes de extrañeza, Nieves, inquieta y nerviosa, le miraba... le miraba... como codiciando algo que no se atreviera a pedirle. ¿Me dejas darte un beso? le preguntó al fin.
Ya no existes, pobre hijo mío... Una bala traidora ha agujereado tu pecho, y cuando empezabas a vivir, cuando todo el mundo te sonreía y tu madre vivía pendiente de tu sonrisa, tú tan noble, tan hermoso, tan valiente, ya no eres más que ceniza... Dios que estás en los cielos, ¿por qué me dejas vivir sin mi Nanín...? La voz de la marquesa sollozaba al pronunciar estas palabras.
¡Ay, Periquillo del alma! gritó la anémica, que con su fino oído no perdía palabra . ¿Me dejas, eh? ¿Qué daño me ha de hacer eso? Ande usted, Miranda, interceda usted por mí. Hombre, alguna vez.... Puede que le sirva de alivio, distrayéndola. No haga usted caso, Gonzalvo.... Dice el señor Duhamel que no.... ¿quién lo sabrá mejor, el médico o ella?
Pero sin cansarte, ¿eh? Cuando te canses, lo dejas; no quiero que se me pongan enfermos estos ojitos tan monos. Y besaba los ojos de Maltrana delicadamente, como si temiera lastimarlos con sus labios. Podías hacer también cosas para los teatros; mi tío dice que eso da mucho dinero... Pero no: ¡qué bruto soy!
Luego le dijo: Dame la gallina de oro. No dijo ella. Véndemela entonces. ¿Qué quieres por ella? 165 Si me dejas dormir en el cuarto del príncipe, te daré la gallina. Bien dijo ella; dormirás allí. Abrieron las siete llaves y la niña entró en el cuarto del príncipe; pero antes echaron algo en el vino del príncipe para 170 hacerle dormir. Así la niña le encontró profundamente dormido.
Palabra del Dia
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