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Actualizado: 13 de junio de 2025
¿Que no quiero yo á mis hijos?... ¿Que no los quiero? ruge la de la buhardilla, puesta en jarras y echando llamas por los ojos. ¿Quién será capaz de hacerlo bueno? Yo replica con mucha calma la vieja; yo que los he recogido muchas veces en mi casa, porque tú los dejas desnudos y abandonaos en la calle cuando te vas á hacer de las tuyas de taberna en taberna... ¡borrachona!
«Dije a papá que copio bellas poesías y escribo mis impresiones. Estaba resuelta a decirle todo, pero esperaba que no manifestara deseos de leerlo. Cuando me preguntó: ¿Me dejas ver? le di el libro, pero creo que me ruboricé mucho. Leyó algunas líneas, de dos o tres páginas solamente, luego cerró el libro y me abrazó estrechamente, besándome en la frente, él también con los ojos enrojecidos.
Y recogió el mantón, como para quedarse con los brazos libres. Tú loqueas.... Anda a dormir. O me dejas o me tiro al mar respondió con tal acento de desesperación la muchacha, que Ana la soltó, y echó a andar a su lado, midiendo el paso por el de la terrible y colérica Tribuna.
¡Me dejas tonto!... No sabía una palabra de todo eso... ¡Claro! usted nunca quiere saber nada de lo que perjudica a su sobrino. ¿Y qué barajas tiene que ver mi sobrino con que D. Jaime quiera casarse con Rosa, y con que ésta no le quiera a él?
¿Por mi mayor enemigo Me dejas? Hombre mortal, nota En la representación De mis amantes congojas, Cuando de Dios te enajenas, El pesar que le ocasionas, Pues si puede llorar Dios, De celos de un alma llora: Pésame de haberte hecho, Pésame dije, y lo torna A repetir el dolor; Mas que lo diga, ¿qué importa? Si á fuer de esposo ofendido, No hago que mi honor disponga La venganza;
Gertrudis me robaba como un mercachifle, sin disimularlo siquiera; la he sustituído, porque he encontrado a una maritornes de Caen que nos envenena con sus inmundas bazofias. Ayer mismo, Gustavo se puso loco de cólera. «¿De manera que en esta casa no se puede comer como es debido...? Nos dejas envenenar... No hay más remedio que recurrir al restaurante...» etcétera, etcétera.
Déjame ir en mi mulita y yo te lo pagaré si no quieres aguardar a que Dios te lo pague. El enmascarado siguió sin contestar, aunque dando más ronquidos. ¿No oyes que yo lo pagaré? Sobre los doce mil reales que tú y tu compañero os habéis repartido, yo puedo darte otros ocho mil si me dejas libre. ¿Y cómo? dijo entonces el enmascarado . ¿Dónde llevas escondidos esos ocho mil reales?
Tú pasarás por donde la difunta Correa, ¿no es eso, hermano?... Pues bien; cuando llegues á su sepultura, le dejas bajo la piedra estos treinta pesos. Ella me dió ocho y unos centavos, pero hay que ser rumboso con los que nos favorecen, y además la pobre tal vez está necesitada de misas.
De cuando en cuando, venía de visita al Pazo, y ¡había que verle lo pomposo y majetón, con su flor en el ojal, su sombrero ladeado y su chaquet, un chaquet paradisíaco, como decía el conde, no sé por qué! «Chico exclamaba el conde , me dejas patidifuso con tu elegancia y tus ínfulas.» Y, muerto de risa, le hacía recitar fragmentos de un drama que mi padre estaba escribiendo, titulado: El cerco de Orduña y señor de Oña.
A cada momento las hay. ¡Hombre, me dejas sorprendido! ¿Y a beneficio de quién eran éstas? ¡Cómo a beneficio?... Sí; ¿a beneficio de qué cura se daba la función esta tarde? Godofredo hizo un gesto de resignación y no contestó. Adolfo gozaba extremadamente en embromar y hasta escandalizar a aquel pobre muchacho, fervoroso creyente y dado a las devociones piadosas. Godofredo Llot era de Alicante.
Palabra del Dia
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