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Actualizado: 6 de mayo de 2025
El tío miraba atentamente el cortinaje del balcón y las piernas de Andresito, que era lo único visible de la pareja. En un momento que Concha cesó de teclear, oyó la voz de Amparo, que sonaba lejana, como amortiguada por las cortinas. Pero Andresito... ¡si somos tan jóvenes! ¡Jóvenes! ¿Y qué importaba eso? Para el amor no hay edades, así como tampoco existían clases.
Chichí le contempló grave y reflexiva, colocando la mitad de su pensamiento en el recién llegado, mientras el resto volaba lejos, en busca de otro combatiente. Las doncellas cobrizas se disputaron la abertura de un cortinaje, pasando por este hueco sus curiosas miradas de antílope.
El aposento, aunque reducido, era muy bello; estaba ricamente tapizado y alfombrado, tenía un ancho canapé ó sofá con almohadones de damasco y sillones de gran lujo, y al fondo había una puerta con cortinaje de seda. En medio se veía un brasero de plata con fuego.
Y después de depositar otro beso, por propia iniciativa, en la frente de Ana, salió de la alcoba con la palmatoria en la diestra mano; con la izquierda levantó el cortinaje granate; volviose, saludó a su esposa con una sonrisa, y con majestuoso paso, no obstante calzar bordadas zapatillas, se restituyó a su habitación que estaba al otro extremo del caserón de los Ozores.
Como la condesa no veía ya cerca de ella más invitados á quienes presentar su héroe, lo condujo á un gabinete completamente solitario, sin duda á causa de los olores que á través de un cortinaje llegaban de la cocina, demasiado próxima. Ocupó un sillón amplio como un trono, é invitó á sentarse á Robledo. Pero cuando éste buscaba una silla, la Titonius le indicó un taburete junto á sus pies.
Se levantó un cortinaje de damasco y entró una criada vieja vestida de negro, con falda lisa y pobre jubón, lo mismo que una campesina. Los cabellos grises estaban cubiertos en parte por una pañoleta obscura, a la que el tiempo y la grasa habían dado un tinte rojizo. Por debajo de la falda asomaban los pies calzados de paño, con unas medias blancas de grueso tejido.
Pocos podían jactarse de conocer la casa del Provisor de arriba abajo; casi nadie había visto más que el vestíbulo, la escalera, un pasillo, la antesala y el salón de cortinaje verde y sillería con funda de tela gris; y aun el salón medio se veía porque estaba poco menos que a obscuras.
Se entreabría un cortinaje, y avanzaba una pechuga saliente sobre un abdomen encorsetado con crueldad. Después, mucho después, aparecía un rostro blanco y radiante, una cara de luna. Y mientras saludaba al pequeño Ulises con su sonrisa de astro nocturno, seguía entrando y entrando el complemento dorsal de su persona, cuarenta años carnales, frescos, exuberantes, inmensos.
No permaneció mucho tiempo solo el español. Le pareció oir muy lejos, como apagadas por las colgaduras y los tabiques, voces que casi eran gritos. Luego sonaron pasos más próximos, se levantó violentamente un cortinaje y entró Elena en la biblioteca seguida de su esposo. Era una Elena transformada también por los acontecimientos.
Estaban en sombra, nadie podía verles, y por entre la separación del cortinaje penetraba una faja de luz que Cristeta procuraba esquivar echando el cuerpo hacia atrás. Al moverse creyó dar con la espalda en el muro; pero Juan había sabiamente deslizado una de sus manos entre la pared y el cuerpo de ella, de modo que al querer recostarse quedó aprisionada por el talle.
Palabra del Dia
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