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Actualizado: 20 de junio de 2025
Mientras corrió el tren por los campos de España, todavía la imagen de la chula venía de vez en cuando a turbar su espíritu. Pero en cuanto atravesó la frontera se le borró por completo.
16. Estaba tranquilo el Rio Uruguay, todas las cosas estaban en silencio de parte de los Españoles, y aquel grande aparato bélico se quedò en proyecto; ni el invierno que ya habia empezado, permitia otra cosa. De la junta reciente que se habia celebrado, salieron por embajadores á los de Yapeyú, de cada uno de los pueblos de la otra banda del Uruguay, y tambien á algunos mas remotos, los principales caciques: porque como corrió la fama que los ánimos de aquellos moradores estaban discordes, y que unos con los pròceres, se inclinaban con unánime sentir
Gu-Ly hizo prender a los dos sacerdotes acusándolos de predicar una religión extraña. Difícilmente se pudieron defender los sacerdotes mentados, puesto que a eso, a predicar la religión cristiana, habían ido. Fueron condenados, y corrió el rumor de que los habían matado. Debido a eso envió el almirante a la Náyade con la misión de enterarse de lo que ocurría.
Toda la comitiva se dirigió a una de las bocas de la mina llamada "Pozo de San Jenaro". Cerca de este pozo hay un edificio destinado a la inspección y al peso, donde las damas y los caballeros cambiaron de calzado y se pusieron los impermeables. Al verlos de aquel modo ataviados, un estremecimiento de anhelo y de entusiasmo corrió por el resto de los excursionistas.
Corrió un momento, para ella de perfecto olvido de lo que hablábamos, supongo, y de sombría angustia para mí. Pero sin bajar los ojos, como si le interesaran siempre los rostros que cruzaban en sucesión de film, agregó de costado: Cuando era mi amor, al parecer. Perfectamente bien dicho le dije su amor al parecer. Ella me miró entonces, devolviéndome la sonrisa. No... Y se calló. ¿No... qué?
Pero de repente olvidó su mal, el anónimo, todo, porque Eufemia entró gritando, corriendo; tropezó con las rodillas de Bonis, y exclamó: ¡Señorito, señorito!... La señorita está con los dolores. Bonis saltó como un tigre, corrió por salas y pasillos, con una bota y una zapatilla, tal como le habían sorprendido las cartas malhadadas, y llegó al gabinete de su esposa en pocos brincos.
El capataz se alzó del suelo con el rostro contraído y sin responder á nadie, seguido de sus hombres, se lanzó por la pendiente abajo en busca de la boca de la galería que se hallaba próxima al pueblo de Carrio. Un estremecimiento de terror corrió por aquella muchedumbre. Todos adivinaron algo terrible y los siguieron. Sólo la tía Felicia, Flora y algunas mujeres permanecieron en el prado.
Y corrió al rincón donde, como dijimos, había dejado la linterna sorda, vino hacia donde estaba el duque, y abriendo la linterna, inundó de luz su semblante. ¡El duque de Lerma! exclamó. ¡El duque de Lerma! exclamó un hombre que abría al mismo tiempo una puerta. Lerma arrancó la linterna de las manos de doña Ana, y miró á aquel hombre y retrocedió. ¡Mi hijo! exclamó con espanto.
Inmediatamente corrió a dar parte a los amigos de su descubrimiento. Los fardos que llevaban las mulas tenían mantas, y extendiéndolas y sujetándolas por un extremo en la choza de los carabineros y por otro en unas ramas, improvisaron un cobertizo para las caballerías. Puestas en seguridad la carga y las mulas, entraron los tres en la casa de los carabineros y encendieron una hermosa hoguera.
Un viento terrible que soplaba del Sur, caliente como si saliera de un inmenso horno encendido o como si atravesara por un desierto de fuego, corrió constantemente sobre el golfo de Carpentaria, retorciendo, como si fueran débiles cañas, los árboles que crecían alrededor del islote coralífero.
Palabra del Dia
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