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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Lita contestó muy seriamente: ¿Prefieres entonces, para casarte conmigo, que yo siga enferma, clavada en mi silla como los pajaritos embalsamados en los sombreros de mamá? ¡Oh, no, niña, no! afirmó Ramón con toda su alma. Prefiero morirme. Se lo juro. No digas tonterías. Se hizo una pausa, que cortó Ramón, después de suspirar: Tengo algo que mostrarle, además del saltaperico, niña Lita... ¿Qué?
¿Qué pensaba Marta en aquel instante, con la mirada clavada en el mar, grave, inmóvil y pálida como una estatua? ¿Qué negros fantasmas surgían ante ella de lo profundo de las aguas para trazar en su cándida frente las profundas arrugas de que estaba surcada? ¿Qué funestos secretos le soplaba la brisa en el oído?
María, con la mirada serena, clavada en el rostro ceñudo del presidente, y con tono firme y reposado, respondió: Todo cuanto acaba de manifestar el señor fiscal es la pura verdad, y de ello me felicito ardientemente.
Como tenía clavada en su mente la injuria recibida, sin querer hablaba de ella. «¡Vaya la que me ha hecho! murmuró después de una pausa, mirando al suelo . ¡Qué manera de pagarme! ¡Yo, que lo dejé todo por él, y a los que me habían hecho decente les di una patada!... Perdone usted si hablo mal. Soy muy ordinaria.
En la esquina de la calle unos albañiles estaban aserrando piedras con estridente ruido. Todo vivía y se agitaba en sus necesidades o sus placeres acostumbrados como si la señorita de Boivic no estuviese, allí cerca, clavada entre cuatro tablas bajo el inmaculado sudario de las vírgenes.
Allí la mirarán, siempre clavada, flameando al sol, las esperanzas mías; vieja quizás, pero jamás hollada, jamás vendida por el bravo Elías... Y Elías es mi hermano. Su firmeza arde en todas las almas filipinas, ya la ciñan de flores o de espinas, y satura de fe nuestra cabeza. ¿Y qué brazo mejor que el brazo hermano para sostén de la bandera santa?
Cada alfiler era colocado a las doce del día, y el espacio abierto entre dos de ellos representaba una singladura, veinticuatro horas de navegación. Las banderitas salían del mar del Norte, e iban alineándose a lo largo de la costa de Europa hasta avanzar en pleno Atlántico. La última recién clavada erguíase: entre Canarias y Cabo Verde.
Viene con Pepita y con Concha y Eugenia... Es el primer domingo que viene después de la muerte de su hermano... ¡No te pongas así, niña!... No te asustes... verás, yo lo voy a arreglar todo. Asunción, en efecto, había empalidecido y estaba clavada e inmóvil en la silla como una estatua.
En otra silla está la loza, mucha loza y muy fina, y en cada plato una fruta pintada: un plato tiene una cereza, y otro un higo, y otro una uva: da en el plato ahora la luz, en el plato del higo, y se ven como chispas de estrella: ¿cómo habrá venido esta estrella a los platos?: «¡Es azúcar!» dice el pícaro padre: «¡Eso es, de seguro!»: dice la madre, «eso es que estuvieron las muñecas golosas comiéndose el azúcar.» El costurero está en otra silla, y muy abierto, como de quien ha trabajado de verdad; el dedal está machucado ¡de tanto coser!: cortó la modista mucho, porque del calicó que le dio la madre no queda más que un redondel con el borde de picos, y el suelo está por allí lleno de recortes, que le salieron mal a la modista, y allí está la chambra empezada a coser, con la aguja clavada, junto a una gota de sangre.
Y la numerosa concurrencia desfiló por delante de Currita, sin que levantase ella la cabeza ni hiciera un movimiento, como si la vergüenza de su vida entera la tuviese allí sujeta, clavada, ante las miradas curiosas, compasivas y aun burlonas de sus antiguas rivales.
Palabra del Dia
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