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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Y de pronto, sin saber cómo, sin que ella hiciera un ademán ni dijera una palabra, clavada por el estupor y la vergüenza, sintióse la señora estrechar en cariñoso abrazo por la niña rubia, y la vocecita fresca, que murmuraba: ¡Oh, tía Silda, tía Silda!
Sobrecogiéronse las damas, y en voz queda, contenida, cual si viesen asomar, como María Antonieta por las ventanas del Temple, la cabeza de la Lamballe, clavada en una pica, comenzaron a hablar de la guillotina... Morir las aterraba. ¿Qué sabían ellas lo que era morir?
Bermúdez ya no daba vueltas por el gabinete: se había detenido delante del boticario; y a pie firme y con la cabeza algo gacha y la mirada de su único ojo clavada en los humedecidos de él, escuchaba sus ardorosos razonamientos.
Y estoy tan escarmentada y recelo tanto mal de este involuntario fuego abrasador que brota a veces de mis ojos, que me propongo no mirar a nadie e ir siempre con la vista clavada en el suelo. Consérvese usted bien, mi bondadosa amiga, y pídale a Dios en sus oraciones que me devuelva el sosiego que tan espantoso lance me había robado. Manolita, personaje único. Salón elegante y rico. Es de noche.
Puede que me encontrase mejor de lo que estoy, y no tuviese que pasar un siglo clavada en este sofá, con el cuerpo sujeto y la imaginación loca y suelta por esos mundos de Dios.... Porque así, no gozo descanso: siempre se me figura que el ama me ahoga la niña, o me la deja caer. Ahora estoy contenta, teniéndola aquí cerquita.
Aquí me tienes, clavada en el butaque, sin poder dar un paso; sin poder ayudar a tu tía. ¡La pobrecilla, que no para! Y yo que en nada le aligero el trabajo; antes, al contrario, le doy quehacer. ¡Estos nervios, hijo! Cuando dijo esto me hizo una señal de inteligencia, como indicándome que la engañaban, que ella no creía nada de cuanto le decían acerca de su enfermedad. Que te pongan la cena.
Cuando se descubre la cinta clavada en la tienda de Isabel, se promueve grande alboroto en el campamento cristiano. Hernán Pérez del Pulgar hace voto de no descansar hasta que, en castigo de tamaño desacato, clave el Ave María en la mezquita de Granada, voto que cumple, en efecto, al pie de la letra.
Iba lanzando nombres de navegantes y descubridores, á su capricho, mientras examinaba desde abajo el método con que el camarero italiano colocaba las banderas. ¿Ya estaba puesta la de la Argentina, y á su derecha, bien clavada, la de España?... ¡Muy bien!...
La espada quedó clavada en menos de un tercio, cimbreándose, próxima a saltar del cuello. Gallardo se había apartado de los cuernos, sin hundir el estoque hasta el puño como otras veces. ¡Pero está bien puesta! gritaban los entusiastas señalando la espada, y aplaudían estrepitosamente para suplir con el ruido la falta de número. Los inteligentes sonreían con lástima.
El tal pasó junto a ella, la miró, casi casi se detuvo un instante para verla mejor; después siguió su camino. Otras personas salían o entraban. Aunque en el pensamiento de Fortunata iba condensándose la imposibilidad de entrar, continuaba allí clavada sin saber por qué.
Palabra del Dia
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