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Actualizado: 14 de junio de 2025
Primero, el petiso de los mandados maceta y mosqueador que buscando verse libre de las sabandijas u obedeciendo a la costumbre de evitarlas, había ido retrocediendo hasta apartarse del grupo, y sembrando el trayecto recorrido con las pilchas del muchacho a cuyo servicio lo había condenado la suerte, que nunca le fue propicia; luego los mancarrones de algunos gauchos pobres y de los viejos vagos del pago, con sus aperos formados con prendas de procedencia diversa y de más diversa fabricación, con sus riendas peludas y anudadas y con sus cinchas enflaquecidas de puro dar tientos para remiendos; y, finalmente, algunos redomones bravíos, que al sentirme llegar yerguen las orejas, relinchan y se agitan, indicándome que ya hay mocetones que me harán competencia en el corazón de las dueñas de esos otros pingos, cuidados y lustrosos, tusados con coquetería, y cuya crin ha servido para dibujar ya un arco atrevido, ya una guarda griega caprichosa, y que lucen bozales tan primorosos y cabestros tan llenos nos de bordados y de adornos.
Al mismo tiempo, y refiriéndose a Dolorcitas, dijo que ésta se casaría con un hombre de su posición, indicándome de pasada que no pretendiese poner los ojos demasiado alto. Para el señor Cepeda, como para todos los comerciantes de puerto, había, sin duda, la aristocracia de la sangre y la del escritorio, el devocionario y el libro mayor, la espada y la pesa, la coraza y el mandil.
Aquí me tienes, clavada en el butaque, sin poder dar un paso; sin poder ayudar a tu tía. ¡La pobrecilla, que no para! Y yo que en nada le aligero el trabajo; antes, al contrario, le doy quehacer. ¡Estos nervios, hijo! Cuando dijo esto me hizo una señal de inteligencia, como indicándome que la engañaban, que ella no creía nada de cuanto le decían acerca de su enfermedad. Que te pongan la cena.
Dos o tres veces miré exclusivamente al médico; pero éste bajó las pestañas, indicándome que esperara. Y tuvo razón, al fin, porque de pronto, bruscamente, como un derrumbe de sueño, la enferma cerró los ojos y se durmió. Salimos todos, menos la hermana, que ocupó mi lugar en el sillón. No era fácil decir algo yo al menos.
Pues a cumplir otra promesa añadí , que no pude hacerle a usted entonces por falta de oportunidad, pero que quedó hecha en mis adentros, vengo yo ahora. Ya estás sentándote y hablando me dijo a esto, arrojando sobre la cómoda los papeles que hojeaba, sentándose después en una silla junto a la caja del brasero e indicándome que hiciera yo lo propio en otra que estaba enfrente de ella.
Palabra del Dia
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