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Actualizado: 17 de junio de 2025
En el siglo XVIII, haciéndose necesarias algunas reformas en el antiguo paseo, las llevó á cabo en 1764 el asistente don Ramón Larumbe; el cual coronó su obra levantando al final de la Alameda dos ridículas columnas, parodia de las puestas por el conde de Barajas, las cuales remataron en dos leoncillos de piedra, al pie de los que su señoría, deseando perpetuar la memoria del trabajo, hizo grabar estas líneas, ya casi borradas hoy: « NO=8=DO Reinando en España la católica magestad de don Carlos III, siendo asistente de esta ciudad el señor don Ramón de Larumbe del orden de Santiago, del consejo de S.M., intendente general del ejército de los cuatro reinos de Andalucía y superintendente general de rentas, se acabó la obra de la cañería de la fuente del Arzobispo en 28 de Enero de 1764 y la distribución de su agua consiste en el pilar del arzobispo, la de la fuente de Córdoba, seis pilas de esta Alameda y la de san Vicente y de gracia al convento de esta de capuchinos, hermandad de san Hermenegildo, san Basilio, Belen y san Francisco de Paula y se pone esta lápida en virtud de acuerdo del ilustre cabildo de la ciudad, habiendo sido diputado de esta obra el señor veinticuatro don Juan Alonso de Lugo y Aranda.»
Sucedía esto allá en Cádiz, en una taberna del Campo del Sur, no lejos de Capuchinos, frente al mar Océano. Para entrar en la tienda era menester subir tres escalones. Cerca de la entrada, á mano izquierda, estaba el mostrador: detrás de él la gran estantería repleta de botellas. Á un lado toneles y barriles y terciados sobre éstos varios zaques de vino.
Enfrente de la puerta está el convento de los Capuchinos, en el mismo sitio que ocupó, según dicen, la primera iglesia que hubo en España, fundada por el apóstol Santiago, aunque Zaragoza disputa esta gloria a Sevilla.
María Antonia cerró involuntariamente los ojos para no ver aquello; y para no ser vista, se echó muy a la cara el manto y se arrimó a la pared en el lugar del templo que le pareció más sombrío. María Antonia volvió, no obstante, a la iglesia de Capuchinos. No deseaba ya ver a D. Jacinto en compañía de la marquesa. Deseaba verle solo y hablarle.
Se abrieron luego las nubes y abundante lluvia, un verdadero diluvio, empezó a caer sobre la tierra. No había coche ni silla de manos en que irse, y María Antonia Fernández, alias La Caramba, se refugió en la iglesia de Capuchinos del Prado, donde se celebraba en aquel momento una solemne función religiosa. Predicaba fray Atanasio, predicador tan elocuente como severo.
Las salmodias de los capuchinos comenzaron con un nuevo vigor, y el hombre de la casaca roja continuó la obra de su purificación, mientras que el gitano caía de nuevo en sus meditaciones, porque la joven que le llamara la atención había desaparecido.
No puedo decirle nada repitió. Mis labios están sellados por mucho que lo sienta. ¿Por qué? Por un juramento que hice hace años, antes de entrar en la orden de capuchinos respondió. Luego, después de una pausa, añadió, con un suspiro: Todo es muy extraño... mucho más extraño de lo que ningún hombre ha soñado, tal vez... pero no puedo decirle nada, señor Greenwood, absolutamente nada.
Además de la Iglesia-ermita del ex-convento de Capuchinos, donde estuvo la antigua ciudad y donde además de un batán hay varias casas y una buena fábrica de bayetas que hoy está cerrada; se encuentra en la carretera de Zaragoza la ermita de Ntra.
El P. Fray Salvador Fornari, Lector de Teología en Santo Domingo y los Padres Fr. Juan Gazá y Fray Juan Roig, ambos Lectores de Teología, de San Francisco de Asís. A Miguel Martí del Arpa. El Doctor Rafael Busquets, Beneficiado en la Catedral. El Reverendo P. Fray Buenaventura de Zaragoza, Guardián de Capuchinos &c. El Reverendo P. Fr. Mateo Orfila, Franciscano &c. El P. Gabriel Coll, Jesuita.
Isidro, a pesar de que no estaba inscrito en «el censo del partido», logró su amistad. Era un muchacho simpático, aunque «ciudadano inconsciente». Cuando usted quiera que consumamos un turno le decía , ya sabe dónde tengo las oficinas: Puerta del Sol, de cinco a ocho de la mañana, en la acera de la botica de Borrell... aunque lluevan chuzos, aunque caigan capuchinos de punta.
Palabra del Dia
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