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Actualizado: 2 de junio de 2025


Solamente sus cabellos castaños, espesos y ligeramente rizados, recordaban un poco la opulenta cabellera de la señora Miguelina. El tono de su voz era algo brusco y áspero, aspereza de manzana silvestre que no se dulcificaba un poco sino cuando contestaba a las preguntas de la señora Liénard. Con ella tomaba súbitamente su voz entonaciones afables, casi tiernas.

Y el dueño del antebrazo, al advertirlo, dio brusco salto, y empezó a mirarse de abajo arriba, y las manos trémulas recorrieron y palparon el pecho y la cintura sin hallar nada; y la boca, impaciente y colérica, soltó en voz ahogada tacos, ternos y votos redondos; y el puño cerrado hirió la desmemoriada frente, como evocando el recuerdo con aquel cachete expresivo: llamado así el recuerdo, acudió por último; al cenar, habíase quitado la cartera, que le molestaba para comer, y puéstola a su lado sobre una silla vacante.

María de la Paz, en su afán de decirlo todo, expuso, con su lucidez acostumbrada, que aquel caballerito había estado en el camino de la perdición á causa de las malas compañías; pero añadió que ellas le protegían, y esperaban lograr traerlo al buen camino. ¿De dónde eres, muchacho? dijo el padre, que era muy brusco, muy francote, y trataba de á todo el mundo. De Ateca, en Aragón.

No, misterio no gritó Teodoro con cierto espanto es el horrendo desplome de las ilusiones, es el brusco golpe de la realidad, de esa niveladora implacable que se ha interpuesto al fin entre esos dos nobles seres. ¡Yo he traído esa realidad, yo! ¡Oh!, ¡qué misterio! repitió Florentina, que no comprendía bien por el estado de su ánimo.

Sin embargo, al dirigir la vista hacia la alta cruz pintada de verde y cubierta por largo velo sombrío, que se levantaba en medio del altar, entre doce hachones ardientes, sintió un brusco estremecimiento, como si Dios mismo acabara de hablarle con su gráfico lenguaje.

La palidez de Sola se disipó como un velo que se rasga dejando ver la claridad que encubre, y así fue, por modo parecido al brusco descorrer de una cortina, como se encendió en ella un rubor vivísimo. Echándose a llorar, murmuró estas palabras: Es verdad, señor. Usted es más bueno que los ángeles. El de Boteros estuvo callado un mediano rato contemplándola.

Que no le importa un rábano a nadie de fuera de esta casa saltó Juana con acento brusco, temiendo que la intrusión de un tercero pudiera torcer la marcha de aquel asunto que tan a su gusto caminaba. Pues quedaos con Dios dijo el señor cura, que ya conocía el humor de Juana, disponiéndose a salir de la tienda.

Caído delante del escritorio, estaba atormentando maquinalmente su cortapapeles de marfil y doblándole como un florete. ¡Clac! En su mano nerviosa, se rompió la hoja de repente con un ruido seco. Este accidente tan ligero puso el colmo a su irritación... Con un brusco ademán, barrió todo lo que se encontraba delante de él, y portaplumas, lápiz y papeles volaron hasta el centro de la pieza.

Roberto había hundido la cabeza en sus manos y escuchaba con espanto el lenguaje incoherente de Marta. Poco a poco pareció calmarse, su respiración se hizo más regular y más espaciada; de rato en rato su cabeza se inclinaba hacia un lado para volverse a levantar inmediatamente después, con un brusco movimiento. Un irresistible sueño se había apoderado de él.

Viéndose interpelado de este modo brusco, se turbó como si temiera que el casco de su cerebro fuese trasparente y leyesen dentro. No tiene nada de particular... Me siento bastante molesto de las muelas respondió, apelando a un inocentísimo recurso. Mala enfermedá e, compañero dijo Valero. Y todos le compadecieron y se informaron con interés de las particularidades de la dolencia.

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rigoleto

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