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Actualizado: 2 de junio de 2025
Es dar un paso muy grande y brusco el que abandona á París en tan bello momento dirigiéndose á la desierta playa; París, resplandeciente entonces con sus magníficos jardines y sus floridos castaños. Junio se deslizara de un modo encantador en la costa si se encontraban dos personas solas, antes de invadirla la muchedumbre.
De pronto, cuando llevaban andadas cerca de dos millas, el viejo piloto tropezó en un cuerpo duro, que despidió un sonido metálico. El encontrón había sido tan brusco, que estuvo a punto de caerse; pero se repuso al momento, y exclamó: ¡No me había equivocado! ¿Qué has encontrado, viejo? le preguntó el Capitán. Ya os decía yo que no tardarían estos caníbales en desembarazarse de un peso inútil.
Poco después entró Gustavo Núñez con otros amigos, pero los dejó unos instantes y vino a sentarse a su mesa. Bajo la impresión del cambio brusco de ideas, cuando se habían cruzado algunas palabras indiferentes, Tristán desahogó con el pintor aquel nuevo desprecio que sentía. Pocas cosas en este mundo le quedaban ya por despreciar. Núñez hacía tiempo que las despreciaba todas.
Melchor había advertido el cambio brusco producido en Ricardo, al mismo tiempo que observaba en Lorenzo uno de esos aplanamientos propios de su estado de ánimo y que tan hondamente lo preocupaban; en el espíritu de Ricardo, como en la naturaleza, las sombras se habían ennegrecido ante la luz, y la idea de aquel telegrama, de aquel mensaje de amor y de felicidad, irradiaba en su imaginación como un lampo de luz obnubilante.
En la ventana, tomando el sol, se veían dos floridos rosales; dentro del cuarto, cuatro macetas de brusco, y colgadas en la pared cinco jaulas, dos con perdices cantoras, y tres con colorines, excelentes reclamos.
Necesité mucho tiempo para descifrar tan sólo el título: leía Ifigenia. Entonces, con un brusco movimiento de espanto, arrojé el libro lejos de mí, a un rincón, como si hubiera tenido en mi mano un carbón encendido. Al anochecer los dolores de Marta parecieron acentuarse. Repetidas veces lanzó un grito estridente, retorciéndose en convulsiones.
¿Y el señor cura, viene alguna vez? La mujer exclamó duramente: ¿El cura?... No, por cierto... A ese ni lo conozco. Estoy segura de que vendría si usted quisiera verlo. ¿Para qué? Hizo un movimiento brusco de protesta y cayó pesadamente, sin poder incorporarse. ¿Qué iba a hacer aquí el cura?... No quiero sotanas ni hombres negros a mi alrededor.
En cuanto á la manera que el conde tenía de pasar el tiempo en su palacio, sólo la blonda institutriz pudiera dar cuenta perfecta de ella. La del mayordomo había cambiado notablemente desde la llegada de sus amos. Pedro era un buen muchacho, un poco brusco, un poco altivo, un mucho cándido y noble.
Si á mi vez he cometido un crimen, yo responderé de él... Pero esta lucha me ha destrozado y ya no puedo más. 4 de octubre. El señor Laubepin llegó, en fin, ayer noche. Vino á apretarme la mano. Estaba preocupado, brusco y descontento. Hablóme brevemente del matrimonio que se preparaba.
Me contestó la esquiva amada de los vates que tú vives muy lejos, que fué tu amor un mito, que en tu corazón tierno ha muerto aquel cariño que hizo feliz un día a tu caro poeta y dió a sus locos versos un eternal prestigio. Venid a mi alcázar, la frágil cabaña que se esconde tímida bajo un platanar. Entrad con cuidado: es de nipa y de caña y puede romperla un brusco ademán.
Palabra del Dia
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