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Actualizado: 2 de junio de 2025
Contestaba breve y fríamente a D. Benigno; pero cuando este le habló de su matrimonio de fórmula, mediante poder de un novio ausente, volviose a él con brusco impulso y le dijo: ¿Por qué no me buscó usted para madrina?... No, no guardo yo rencor.
El perro del mayordomo del marqués era su enemigo desde hacía largo tiempo. No podía pasar por delante del palacio, fuese de día ó de noche, sin que se arrojara sobre él como un tigre hircano. En otro tiempo habían sido amigos. Sin saber por qué, de la noche á la mañana la amistad se trocó en aborrecimiento. Este cambio brusco, inesperado, le llenó de asombro y dolor.
Si la señora llega a venir y os interroga decidle que os he reprendido. Eso la alegrará. ¡Adiós! La condesa anda gritando como una loca; me busca. Más tarde hablaremos de los medios de apresurar nuestro casamiento. Marta lo siguió y acompañó hasta la puerta; pero, habiendo pasado un brusco capricho por el espíritu del intendente, se volvió y tomó a Marta en los brazos.
Lo brusco de la captura, lo incómodo de la cárcel, lo pesado y quisquilloso y ofensivo de los interrogatorios, bastan y sobran para que salga D. Marcelino de la prision con su liberalismo rejuvenecido, con su aficion á la tabla de derechos, con su odio á la arbitrariedad, con su aversion al gobierno militar, con su vehemente deseo de que la seguridad personal y demas garantías constitucionales sean una verdad.
Sus labios parecían sorber la fluida claridad que bajaba del cielo. Ramiro se sintió como enloquecido ante aquella aparición. Todo su ser no fue sino un brusco frenesí, una llama que se estira para devorar el velo cercano. Era Beatriz la que estaba ante él, su Beatriz, su señora, divinizada por la magia de la noche y del silencio.
El cambio de las instituciones en Buenos Aires no hizo estragos, á pesar de ser brusco: y si los que se apoderaron despues de los destinos del país, se hubiesen conservado en la senda que les señaló el voto de sus comitentes, muchas lágrimas se ahorráran, y el aniversario del gran dia de la Pátria se hubiera celebrado siempre con igual entusiasmo.
A saber, a saber... Pero en fin, usted confiesa que es el único sujeto a quien de veras quiere, el único por quien de veras siente apetito de amores y esa cosa, esa tontería que ustedes las mujeres... El único. Y a los demás que los parta un rayo. A los demás, nada. ¿Y a mi hermano?... esta es la cosa. Lo brusco de la pregunta aturdió a la penitente.
¿Que no tiene D. Miguel miedo a los ladrones? preguntó con acento afectadamente brusco el señor de las Casas. Sí que lo tiene repuso sonriendo dulcemente el joven, sentándose al propio tiempo al lado de su madrina. Sus razones habrá. Los ricos son los que temen. Los pobres, como yo, están tranquilos. Pero ¿tendrá el señor cura tanto dinero como se dice? preguntó D.ª Marciala con curiosidad.
Los ojos de éste comenzaron a ponerse encendidos y encarnizados, como los de un lobo, su sangre llameó repentinamente y con brusco ademán la sujetó brutalmente por la cintura. Fernanda dejó escapar un grito ahogado. ¿Qué tienes?... ¿Por qué te enfadas?... ¡Déjame!... ¡Déjame, bruto! Luchó, forcejeó con desesperación, pero no logró desasirse...
Como aún tenía dinero, pudo algún tiempo vivir sin implorar la caridad pública, con la tristeza inherente al no ver, y la no menos honda producida por el brusco paso de la vida activa a la sedentaria.
Palabra del Dia
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