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Confuso, bajó el joven la cabeza y replicó hoscamente: ¿Con qué derecho me interroga usted? Con el derecho que usted me ha dado tratándome como rival a quien se detesta... Su antipatía no puede explicarse sino por la ceguera de los celos, y por esta misma razón le repito que está usted enamorado de la señora Liénard. ¿Se burla usted de ? murmuró Simón esquivando la mirada de Delaberge.

El secretario, asustado, pone en conocimiento de Facundo lo que acaba de saber y le insta para que se ponga en seguridad. Facundo interroga de nuevo al joven Sandivaras, le da las gracias por su buena acción, pero lo tranquiliza sobre los temores que abriga. «No ha nacido todavía le dice con voz enérgica el hombre que ha de matar a Facundo Quiroga.

Aparecen las actrices sobresaltadas, los rostros embadurnados, prendiéndose aún los últimos alfileres, y luego, gallardas en medio de su inquietud, se dirigen hacia el escenario. Pasa un actor, rígido, aparatoso, con una enorme nariz ciranesca y un bigote postizo. El recién llegado le interroga: ¿Tiene usted la bondad de decirme: el señor X...?

Cuando el señor Aubry, inclinado hacia la pobre mujer, la interroga con bondad, y luego oye las respuestas embrolladas de la desgraciada que se excusa de no poder mandar todos los días a su chico a la escuela, porque le ayuda en su trabajo, Juan no pierde una palabra de los consejos que le da el señor Aubry al explicar el verdadero interés del niño.

Si la señora llega a venir y os interroga decidle que os he reprendido. Eso la alegrará. ¡Adiós! La condesa anda gritando como una loca; me busca. Más tarde hablaremos de los medios de apresurar nuestro casamiento. Marta lo siguió y acompañó hasta la puerta; pero, habiendo pasado un brusco capricho por el espíritu del intendente, se volvió y tomó a Marta en los brazos.

Después de desarmarlo, él mismo lo conduce a la Policía, sin haber querido dar a su nombre al sereno, como tampoco lo dió en la Policía, donde fué, sin embargo, reconocido por un oficial; los diarios publicaron al día siguiente aquel acto de arrojo. Sabe una vez que cierto boticario ha hablado con desprecio de sus actos de barbarie en el interior. Facundo se dirije a su botica y lo interroga.

Concluye de llenar la botella aconseja Belarmino. Es verdad. Pero te aseguro que es la primera vez que hago esto. Ya lo . Van del brazo, por el jardín de asfodelos, envueltos en la niebla dorada del sol, que produce una ilusión evanescente, como si aligerase la gravedad de las cosas materiales. Pero, ¿no estamos soñando? interroga Apolonio, anhelante . Apenas si toco la tierra en donde piso.

¡Ha pasado por la prueba! responde Gertrudis lanzándose a su cuello. ¿Qué prueba? Si te lo digo vas a reñirnos; prefiero callarme. Martín interroga con una mirada a su hermano. ¡Oh, nada! dice éste con tímida sonrisa. Era una broma... Nos bombardeábamos. Está bien, hijos míos, bombardeaos; dice Martín, que continúa fumando en silencio.

Los hombres, por mucho que se examinen y estudien, por bien que escudriñen hasta los más escondidos senos de su conciencia, por severamente que se juzguen, y por muy alerta que estén, suelen con frecuencia concebir algún plan o proyecto, el cual les deleita y seduce, envolviéndose en tan mágica niebla, que logra ocultarse o velarse y disfrazarse al juicio, cuando éste interroga para fallar y condenar acaso, quedando patente y como desnudo a los ávidos ojos de la pasión que le ha creado.

¿Qué es lo que es aquello? interroga el señor Colignon, solicitado por insólito revuelo y algarabía que se ha movido entre los viejos, al pie del casón. Belarmino ni siquiera vuelve la cabeza a mirar. Nada le inspira curiosidad. Pasa algún tiempo. La hermana Lucidia se acerca al rincón habitual en donde se halla Belarmino, y le entrega un papelito verdiazul, plegado. Es un telegrama.