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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Vestía frac azul con botón dorado, chaleco floreado, pañuelo de seda negro enrollado al cuello, pantalón ceñido con trabillas y el sombrero blanco de copa alta. Contaría setenta años de edad, alto, enjuto, aguileño, rasurado. Todos guardaron silencio respetuoso y miraron con asombro á aquel varón profundo, honra de la comarca que le vió nacer.

¿Por dónde lo has sabido? Eso, acá yo... Todo se sabe replicó la Dura con malicia . Vaya, que te ha caído la lotería. Yo me alegro, porque te quiero. En esto Mauricia se inclinó bruscamente y recogió del suelo un objeto pequeño. Era un botón. «Buen agüero, mira dijo mostrándolo a Fortunata . Señal de que vas a ser dichosa». No creas en brujerías. ¿Que no crea?... Paices boba.

Y el gigante comía y comía, y Meñique no se quedaba atrás, sólo que no echaba en la boca las coles, y las zanahorias, y los nabos, y los pedazos del buey, sino en el gran saco de cuero. ¡Uf! ¡ya no puedo comer más! dijo el gigante; tengo que sacarme un botón del chaleco. Pues mírame a , gigante infeliz dijo Meñique, y se echó una col entera en el saco.

¿Traía el sello? replicó parándose de pronto . Entonces me la han suplantado dentro de mi misma casa. ¡, !... Aquí me la han suplantado.... No sabéis entre qué canalla estoy metido. Necesito tener cien ojos.... Y cada vez más enfurecido fué a apretar el botón del timbre. ¡Ahora verán! Arbiol dirigió una mirada a sus compañeros y alzó los hombros con desprecio.

«¿Qué miras? dijo la Dura inclinándose . ¡Ah!, otro botón... y este es negro, con tres ujeros... Mala señal, chica. Esto quiere decir que si no te casas, mereces que te azoten». Recogiendo el botón, lo miraba de cerca. Anochecía, y la sala se iba quedando a oscuras. Poco después Fortunata veía sólo el bulto de su amiga y los zapatos amarillos.

Yo sentí un vivo escalofrío, un fuerte estremecimiento, como si hubiera tocado en el botón de una máquina eléctrica. Aquella nota se fue apagando, hasta que murió en su garganta como un blando suspiro. Luego cantó rápidamente y con brío los dos primeros versos de la copla y guardó silencio. ¡Olé, mi niña! ¡Bueno! ¡Viva tu salero! gritaron algunas voces.

Quería dar mi nombre, mis millones, y la mitad de mi lecho de oro a una señora de la familia de Ti-Chin-Fú, y no me lo permiten los prejuicios sociales de una raza bárbara. Pretendo, con el botón de cristal del Mandarín, reconstituir los destinos de China, traerle nuevas prosperidades, y me lo veda la ley imperial.

¡Bien por los guardias! ¡Duro en ellos! ¡Rajarme esa canalla! ¡A ver si escarmienta de una vez esa pillería! Tales eran los gritos belicosos que salían de su garganta. Sin embargo, cuando menos podía esperarse, dado que los enemigos huían en completo desorden, vino a estrellarse contra el botón de su nariz un cuerpo duro de superficie lisa y compacta que resultó ser un trozo de cal hidráulica.

La hija de Estrada-Rosa, lucía un traje elegantísimo recién salido del taller de una de las más afamadas modistas de París. Su belleza, de la cual sus compatriotas no conocían más que el delicado botón, se había convertido en rosa espléndida en los cinco años de vida refinada y elegante.

Y si él no me busca, le buscaré yo... Yo tengo mi idea, y no hay quien me la quite». Incorporose después, quedándose apoyada en un codo y mirando a los ladrillos. Sus ojos se fijaron en un punto del suelo. Con rápido impulso saltó hacia aquel punto y recogió un objeto. Era un botón... Mirolo tristemente, y después lo arrojó con fuerza lejos de , diciendo: «es negro y de tres aujeritos.

Palabra del Dia

hociquea

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