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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Lo que hice fue ponerme en salvo como los demás por lo que pudiera tronar. Mira, mira, querida esposa dijo Santa Cruz, mostrando a su mujer el chaleco, que se quitó apenas puesto . Mira cómo cuelga ese último botón de abajo. Hazme el favor de pegárselo o decirle a Rafaela que se lo pegue, o en último caso llamar al coronel Iglesias. Venga acá dijo Jacinta con mal humor, saliendo otra vez.

Así procede el hombre que tiene una planta preciosa a la que quiere dar asilo y alimento, en un suelo nuevo para ella: piensa en la lluvia, en el sol, en todas las influencias con relación a su pupila. Trata de conocer asiduamente todo lo que pudiera serle útil, sea para satisfacer las necesidades de las raíces penetrantes, sea para proteger la hoja y el botón contra la agresión peligrosa.

Nuestro señorito tomó pie de ello para sacar el pañuelo y sonarse con ruido. Después, con mucha calma, lo paseó repetidas veces por debajo de la nariz; por último, no sin vacilar un poco, se decidió á meterlo en el bolsillo. Inmediatamente, y sin ningún preparativo, abrochó un botón del guante que se había soltado.

Mientras examinaba la pierna del maestro Zeli, el señor Durand sacudió tres o cuatro veces la cabeza y silbó, muy bajo, es verdad, el aire del Botón de rosa, para acabar diciendo: Estás... fastidiado, viejo mío. ¡Ah! pero, ¿de veras? , . Entonces, si eres un buen muchacho, toma mi pistola y levántame la tapa de los sesos. Iba a proponértelo. Gracias. ¿No tienes ningún encargo que hacerme?

¡Aquí está el botón de rosa...! ¡Aquí está el tesoro...! ¡Este es el rey Salomón! ¡Este es el emperador de la China! Detrás de Elena venían doña Eugenia y Visita, a quienes se había enviado aviso, y algunas criadas. Tristán tomó a su hijo en las manos y clavándole una larga mirada de infinita compasión exclamó: ¡Desdichada criatura condenada a la vida!

Mirando estos capullos de mujer, don Fermín recordaba el botón de rosa que acababa de mascar, del que un fragmento arrugado se le asomaba a los labios todavía.

Tardé en conciliar el sueño, como sucede siempre que uno anda caviloso, y por dos o tres veces, cuando ya creía ganarlo, me despertó un gran estremecimiento parecido a la emoción que se experimenta al tocar el botón de una máquina eléctrica. Al fin me dormí.

Con disgusto, Krilov dirigió una mirada a su viejo gabán, al botón que colgaba con un pedazo de la tela; se imaginó su rostro amarillo y agrio, que detestaba, hasta el extremo de no afeitarse sino una vez al mes; sus ojos, con gafas azules, y se convenció, con un placer maligno, de que parecía, en efecto, un espía.

«¡Qué hermosa es! ¡Cuánta cosa bonita y elegante se ha puesto! ¡Y pensar que tal vez yo se lo vaya quitando todo poco a poco, con mimo, lentamente, lazo a lazo, botón a botón, broche a broche, sin que oponga resistencia ni enfado! Pero sabe Dios lo que sucederá, porque es una mujer excepcional, capaz, aunque venga, de no dejarse besar ni las yemas de los dedos.

Y era lo extraño, que aunque Petra era expedita y tenía la mano larga para el trabajo, nunca tardó menos de media hora en pegar un botón a Marroquín o en coserle el más insignificante siete.

Palabra del Dia

hociquea

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