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Mientras examinaba la pierna del maestro Zeli, el señor Durand sacudió tres o cuatro veces la cabeza y silbó, muy bajo, es verdad, el aire del Botón de rosa, para acabar diciendo: Estás... fastidiado, viejo mío. ¡Ah! pero, ¿de veras? , . Entonces, si eres un buen muchacho, toma mi pistola y levántame la tapa de los sesos. Iba a proponértelo. Gracias. ¿No tienes ningún encargo que hacerme?

Extenuada por el dolor, se deja caer sobre la hierba. Querría quedarme tendida aquí un momento dice enjugándose el sudor frío que cubre su frente. Después esconde su rostro entre el césped y permanece así algunos segundos, sin movimiento. El se inquieta. Ven dice; te vas a resfriar. Ella le tiende la mano derecha, volviendo el rostro. Levántame.

«Viento querido, amigo mío, sácame de aquí gritó la pluma agitando su fleco para volar. Levántame; llévame por esos aires de Dios, que no quiero ver tantos horrores. ¡Maldita sea la gloria y malditos los pícaros que la inventaron! Parece mentira que me haya dejado alucinar por tan craso disparate.

El amor, no es más que fatigas y dolores. Basta de amor, que harto conozco ya lo que trae consigo. Volemos otra vez, y vamos a donde quieras, amiguito. De veras te digo que me cargan estos árboles y este río: estoy ya hasta la corona de céspedes, prados, arroyos y pajarillos. Démonos una vueltecita por esos mundos. Levántame: quiero subir hasta las nubes.

Al verse entre tanta basura, magullada, rota, sucia, oliendo á vino, á especias, á grasa, á saliva, empezó á lamentarse con estas patéticas frases: «¡Ay, vientecillo de mi alma, levántame y sácame de aquí, por Dios y todos los santos! Me muero en este montón de inmundicia; yo quiero ser libre y pura como antes. A fe que te has lucido, plumita. ¡Qué error tan grosero!

Usted no nos abandonará; velará por nuestra dicha, y si algún día ve asomar a los ojos de Magdalena una lágrima, una sola lágrima de pena o de tristeza cuya causa sea yo, eche mano a una pistola y levántame la tapa de los sesos: lo tendré muy merecido. »Pero no, no haya cuidado: Magdalena no tendrá por qué llorar.

A veces se remontaba tanto, que parecía confundirse con las nubes y perderse en los inmensos océanos del espacio; á veces descendía tanto, que casi casi tocaba á la tierra, y en su lenguaje ignoto decía al viento: «Bájame un poco, amigo, que me mareo en estas alturas,» ó «levántame por favor, amiguito, que voy á caer en ese lodazal

Al abrir los ojos, en vano buscó al objeto de su tierna pasión; reconociendo el sitio, sacudió sus encajes magullados y rotos, y dió al viento sus quejas en esta forma: «Ay, vientecillo, sácame de aquí, por las ánimas benditas; levántame, que me muero de tristeza. Quiero correr otra vez, pues ahora comprendo que la felicidad no existe en lo que yo creía. ¡Buena tonta he sido!