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Actualizado: 27 de junio de 2025
Vestía frac azul con botón dorado, chaleco floreado, pañuelo de seda negro enrollado al cuello, pantalón ceñido con trabillas y el sombrero blanco de copa alta. Contaría setenta años de edad, alto, enjuto, aguileño, rasurado. Todos guardaron silencio respetuoso y miraron con asombro á aquel varón profundo, honra de la comarca que le vió nacer.
Pero el rostro de la niña al hacerlo empalideció, dió unos pasos atrás como si estuviese mareada y se dejó caer sobre un cable enrollado; tapóse los ojos con las manos y comenzó á sollozar fuertemente. Quedaron estupefactos todos. Hubo unos momentos de silencio. Varios acudieron al fin solícitos preguntándole: ¿Qué te pasa, Mercedes? ¿Te has puesto mala? ¿Qué te pasa, hija, qué te pasa?
Ha hecho usted jugadora a su hija. ¡Yo! Usted; jugadora como las mismas cartas. A lo que parece, no piensa en otra cosa ni de día ni de noche. He aquí una prueba continuó riendo a carcajadas: aquí tiene usted un naipe, un rey de oros, que he encontrado enrollado debajo de su almohada. Esto es una picardía, ¿verdad?
El duque, en su distracción, había hecho un rollo del papel en que estaban escritos sus versos, que María no había reclamado. ¿Vais a hacer un cigarro con el soneto? preguntó María. Al menos, así serviría para algo respondió el duque. Dádmelos y los guardaré dijo María. El duque puso en el papel enrollado una magnífica sortija de brillantes. ¡Qué! dijo María , ¿la sortija también?
Levanté los ojos. Había enrollado alrededor de su frente un espeso follaje de robles y se hallaba parada sobre el dolmen, ligeramente apoyada sobre un haz de tiernos árboles; bajo la media luz de la enramada, su blanca vestidura tomaba el brillo del mármol, y sus pupilas chispeaban con un fuego extraño, en la sombra proyectada por el relieve de su corona. Estaba bella y creo que ella lo conocía.
Al fin aceptaron, exigiendo únicamente que el gigante saliese con su nuevo vestido de hombre, para que la muchedumbre se convenciera de que se habían cumplido las órdenes gubernamentales. Una larga fila de cargadores entró en la Galería llevando á cuestas el nuevo traje, enrollado como un gran toldo. Rió Gillespie cuando estos atletas lo extendieron bajo su vista.
Agitábanse las manos de las muchachas con vertiginosa rapidez: se veía un segundo revolotear el papel como blanca mariposa, luego aparecía enrollado y cilíndrico, brillaba la uña de hojalata rematando el bonete, y caía el pitillo en el tablero, sobre la pirámide de los hechos ya, como otro copo de nieve encima de una nevera.
Con el periódico de la tarde, enrollado como un canuto, dábase golpecitos don Pablo en las piernas, mientras comunicaba a su hermana las noticias que traía; primero, las del diario: que el Gobierno va a hacer esto o lo otro, que el oro está a tantos, que el empréstito no cuaja, que el ministro tal se va...
Tomaron éstos asiento en los dos bancos de tallado roble que iban desde el estrado hasta el extremo opuesto de la estancia, donde el hermano Ambrosio y el Maestro de novicios ocuparon sendos sitiales. Era el primero un joven enteco, alto y pálido, que oprimía nerviosamente entre sus manos un enrollado pergamino.
Palabra del Dia
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