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Actualizado: 8 de junio de 2025
»Este intrépido cazador, el Nemrod de la partida, era un joven de veinticuatro a veinticinco años, de cabellos y bigotes rojos, cuyas facciones, de expresión dura y altanera, hubieran sido regulares si no hubieran estado surcadas por una enorme herida que se había hecho con la rama de un árbol. »¡Por los jabalíes de estos dominios repitió, y por el que he muerto esta mañana!
Los demás oficiales no ofrecían absolutamente nada de particular en sus rostros: facciones abultadas, ojos negros, bigotes retorcidos, perillas puntiagudas, fisonomías vulgares en un todo, aunque varoniles. Se comprendía a primera vista que les venía muy ancha la toga.
Sus piernas, que no llegaban al suelo, se movían como péndulos; sus enormes bigotes, proyectados por la luz en la pared, parecían dos grandes colas de zorro. Me parece, don Oscar profirió doña Tula con su vocecita aguda , que ha tratado usted demasiado mal a nuestro amigo Sanjurjo... ¡Este bendito señor es tan severo! dirigiéndose a mí con una mirada falsa . ¡Pobresito!
Y en voz más baja, dirigiendo la palabra a un joven inglés de bigotes colorados, ojos azules y frente calva, le insinuó: ¿Cree usted que fuera feliz? El interrogado respondió con un ademán ambiguo, que tanto podía significar asentimiento como duda o ignorancia. ¡Y ese pobre Príncipe!... continuó la Baronesa, siempre mirando por lo bajo, continuamente, a la extranjera.
Llevaba unos bigotes cortos, y Robledo aparecía con barba en todos sus retratos... Pero de pronto encontró en los ojos de este hombre algo que le pertenecía, por haberlo visto mucho en su juventud. Además, su alta estatura... su sonrisa... su cuerpo vigoroso... ¡Robledo! dijo al fin. Y los dos amigos se abrazaron.
Se dirigen miradas significativas, sonríen con desprecio, se hablan al oído. Mientras tanto, los feroces bigotes del jubilado de Ultramar se erizan, se estremecen con leve temblor que se comunica a sus labios y de ahí al resto del organismo.
Pero aunque la intervención del presidente fue cortés y comedida, el general no quiso añadir una frase más, en bien ni en mal, a las que había pronunciado, y se sentó de pronto con los bigotes erizados y enseñando los dientes, como un mastín después de haber llevado una paliza.
Treinta años aterrando al mundo con el estrépito de su sable y sus bigotes fanfarrones; treinta años de titularse «señor de la guerra», haciendo temblar á los pueblos con su ceño, sus actitudes heroicas y sus frases teatrales; treinta años de preparar millones de hombres para el matadero, obligando á los pueblos á vivir armados en plena paz, y cuando apunta la desgracia para él, cuando considera su existencia en peligro, huye vergonzosamente al extranjero, abandonando á los suyos, lo mismo que un comerciante que hace quiebra fraudulenta.
Trajo mucho dinero, y nos compró ropa y muebles, y a mí dulces y juguetes, y un rorro muy lindo, de cabellos rubios y ojos azules, que decía «papá y mamá». No he olvidado a mi padre: era un caballero alto, de ojos muy hermosos, con unos bigotes muy retorcidos.
El Jubilado se puso repentinamente serio y se le erizaron los bigotes de terror ante aquella salida de su hija; pero se tranquilizó inmediatamente al observar que el capitán, en vez de darse por ofendido, la pagaba con una sonrisa amorosa y lo echaba a broma como todos los demás.
Palabra del Dia
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