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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Decía Cabra a cada sorbo: -Cierto que no hay tal cosa como la olla, digan lo que dijeren; todo lo demás es vicio y gula. Y, sacando la lengua, la paseaba por los bigotes, lamiéndoselos, con que dejaba la barba pavonada de caldo. Acabando de decirlo, echóse su escudilla a pechos, diciendo: -Todo esto es salud, y otro tanto ingenio.
El Lohengrin con casco de aletas, capa blanca y las dos manos en la empuñadura del sable resultaba menos insufrible que este señor de enhiestos bigotes y dientes de lobo vestido de marino, que reía con una risa falsa y brutal y desempeñaba el papel de hombre sencillo, de monarca sin ceremonias, cuando encontraba en el mar á un multimillonario de América ó de Europa.
Imitó el peinado de su general, con la raya de la frente á la nuca, mechones en las sienes alisados hacia adelante y bigotes unidos con las patillas, á la rusa.
Perdida así la gallardía del andar, los cuarenta y pico se asomaban implacables a todas las líneas del rostro: la triste raya de tinta de los bigotes resaltaba sobre la marchita tez; el párpado caído, hundidas las sienes y desaliñado el cabello, parecía el ex buen mozo una de esas desmanteladas torres, bellas a la luz crepuscular, pero que a mediodía todas se vuelven grietas, ortigas, zarzales y lagartos.
Me acuerdo que cuando usted llegó traía una gabardina de color de ala de mosca muy bien hecha y chalina azul celeste muy linda... Reconozco que le sienta a usted bien el traje de paisano, pero a mí me gusta usted más de uniforme. Será un capricho, pero no lo puedo remediar. ¡Vamos, que de uniforme y con esos bigotes a la borgoñona está usted del todo simpático!
Sus caretas de corto perfil y bigotes de cepillo les daban aspecto de dogos enfurruñados y una lejana semejanza con Bismarck. Entregó el capitán a Tritón un sobre sellado que contenía la lista de los candidatos al bautizo, bebieron juntos una copa de champán, y luego, seguido de los gendarmes, se retiró el enviado neptunesco, otra vez con acompañamiento de temblor de latas y estrépitos de bombo.
Se sorprendió un poco el español al ver entrar á Torrebianca vestido con un traje negro de ciudad y una corbata de luto, pero todo cubierto de polvo, de tal modo que sus ropas parecían grises y su cabeza y sus bigotes completamente blancos. Vengo de Fuerte Sarmiento, de enterrar al pobre Pirovani... Me ha traído Moreno en su coche. Le invitó Robledo á sentarse á la mesa.
Un ostricario moreno, enjuto, de ojos de brasa y enormes bigotes, tenía su puesto en la puerta del restorán, ofreciendo mariscos de intenso olor, que tal vez habían echado media semana en ascender desde la ciudad á las alturas del Vomero.
Bajo un peristilo formado de maderos pintados de rojo, iluminado por hileras de faroles de papel transparente, me esperaba una membruda figura de bigotes blancos, apoyada en un grueso sable. Era el general Camilloff. Al adelantarme hacia él, lo hacía con el paso inquieto de las gacelas que, asustadas, huyen sin ruido entre los árboles.
Don Claudio Fuertes, que había continuado atusándose los bigotes, con la cabeza algo gacha y los ojos muy parados, en cuanto acabó de hablar Leto metió las manos en los bolsillos del pantalón y dio media docena de paseos maquinales, sin rumbo determinado y mirándose las puntas de los pies.
Palabra del Dia
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