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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Poco antes de mediodía llegó, acompañado por otro empleado, el jefe de la correspondiente oficina del Registro Civil. Era un señor gordo, tieso, de cabello y bigotes grises, y cuya apostura digna parecía afirmar la importancia de la ceremonia que iba a realizarse. Al entrar en la sala hizo una gran reverencia.

Hecha la paz, en la primavera se reconstruyó la casa de «El Encinar»: los leñadores, los almadreñeros, los albañiles, los almadieros y demás obreros del país prestaron su concurso. Casi al mismo tiempo el ejército fue licenciado; Gaspar se cortó los bigotes, y tuvo lugar su matrimonio con Luisa.

El otro que les propone entrar con los actores por la otra puerta, es el joven médico U, que ha hecho muchas buenas curas; de él dicen tambien que promete... no está tan jorobado como Pelaez pero es más listo y más pillo todavía. Yo creo que á la misma Muerte le cuenta bolas y la marea. ¿Y ese señor moreno con bigotes como cerdas?

Federico Bullen avanzó un paso, titubeó y miró por encima del hombro la desierta sala. Reinaba el silencio más profundo. Con súbita resolución se inclinó sobre el dormido muchacho, separando con ambas manos sus grandes bigotes.

Era alto, enjuto de carnes, ágil y recio, con poquísimas canas aún, atusados y negros los bigotes y la barba, muy atildado y pulcro en toda su persona y traje, y con ojos zarcos, expresivos y grandes. No le faltaba ni muela ni diente, que los tenía sanos, firmes y muy blancos e iguales.

El portero le examinó, con mucha calma, de pies a cabeza, con una mirada indiferente e insolente a la vez, y, tras un corto silencio, dijo: Anteayer vino también uno de ustedes... Uno rubio, con grandes bigotes. ¿Le conoce usted? ¿No he de conocerle?... Rubísimo. Hay muchos como usted... que recorren las calles... ¡Escuche! protestó Krilov . Todo eso me tiene sin cuidado. Sólo vengo...

Entró luego tras él, encima de un jumento, una mujer a la morisca vestida, cubierto el rostro con una toca en la cabeza; traía un bonetillo de brocado, y vestida una almalafa, que desde los hombros a los pies la cubría. Era el hombre de robusto y agraciado talle, de edad de poco más de cuarenta años, algo moreno de rostro, largo de bigotes y la barba muy bien puesta.

Pero, día por día, iba encontrando en él algo que modificaba sus primeras impresiones: la blancura femenil de Karl más allá de la cara y las manos tostadas por el sol; la creciente marcialidad de sus bigotes; la soltura con que montaba á caballo; su aire trovadoresco al entonar con una voz de tenor algo sorda romanzas voluptuosas con palabras que ella no podía entender.

Los españoles, por ejemplo, ¿qué duda cabe de que no han disminuido de estatura? Sin embargo, ahora nos parecen pequeñísimos. Hombres muy pequeños, bigotes muy anchos, voces muy roncas... ¿Por qué están tan enfadados estos hombres tan pequeños? me pregunta un extranjero que ha sido compañero mío de viaje.

Importa mucho que te hagas amigo de este señor, porque mamá no ve más que por sus ojos. Lo mejor para ello es que vengas recomendado por algún carlista de los gordos, porque este señor es muy beato, ¿sabes?...Si te fingieras oficial de don Carlos, ¡qué gran golpe! Te recibiría, de seguro, con los brazos abiertos... Y tienes tipo de militar, con esos bigotes retorcidos y esa perilla.

Palabra del Dia

bagani

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