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Hablaban en voz baja fuera de la pieza, en la cocina inmediata, y el herido sólo llegó a percibir algunas frases de esta conversación sorda. Una voz desconocida, la del médico, sonaba en medio del angustioso silencio. Felicitábase de que la bala no se hubiese quedado en el cuerpo; indudablemente sólo había atravesado en su trayectoria el pulmón.

Te lo juro, ¡alma de mi vida!, porque dentro de veinte años aún seremos jóvenes de amor y de dicha. ¡Oh! , nuestro porvenir es tan risueño, tan puro, que... No pudo acabar, porque una bala enramada, que entró silbando por la popa, le destrozó la cabeza, partió a Carlos en dos, e hizo añicos los cajones de flores y la jaula.

Al verlos los piratas, salieron de los matorrales lanzando gritos de triunfo y blandiendo sus parangs en son de amenaza. ¡Canalla! gritó Van-Horn . ¡Ahí va eso! El salvaje más cercano, herido por la bala del piloto, cayó a tierra dando un alarido de desesperación.

Y era como un consuelo, como respirar aire puro, sentir tierra bajo los pies, volver a la luz, el salir de este caos doloroso y volver a la evidencia de la vida, de la lógica, del orden y la consistencia del mundo; aunque fuera para volver a encontrar el recuerdo de un adulterio infame y de un marido burlado, herido por la bala de un miserable cobarde que huía de un muerto y no había huido del crimen.

Aquéllas eran heridas. Ya sabes que una bala me entró por el antebrazo, subió hacia el hombro, dio la vuelta por toda la espalda, y vino a salir por la cintura. ¡Oh, qué herida tan singular!, pero a los tres días estaba sano, mandando la artillería en el ataque de Bellegarde».

El compadre torció el gesto tristemente. ¿No estuvieron ellos próximos a ir al agua? Atolondrado por algún golpe, se habría ido al fondo como una bala. Pero el compañero, aunque pensó todo esto, nada dijo. Lejos, en el sitio donde la barca había estado próxima a zozobrar, flotaba un objeto negro sobre las aguas. ¡Allá está!

»Te equivocas, Eduardo respondió uno de los convidados; ese jabalí ha sido muerto por mi mano. »¡No! Lo mató mi bala; yo lo he visto. »¡, cuando lo has tocado estaba ya muerto! »¡Mientes! »Su adversario quiso lanzarse sobre él, pero el duque de Arcos se levantó para separarlos, lo que consiguió después de algunos esfuerzos, logrando que la disputa no pasase de allí.

Puedes estar tranquilo, dijo Jacobo sonriendo, ¡La última bala será para ! Pues bien, ponte esa caja al hombro como la traía Dougall y vámonos. Jacobo se volvió entonces hacia Tragomer y antes de pasar la puerta de aquella miserable prisión donde tanto había sufrido, se arrojó en los brazos de su amigo y dijo: Suceda lo que quiera, gracias, Cristián. Está bien, respondió Tragomer.

El perro Plutón, situado detrás del doctor, miraba aquello con aire atento, como si comprendiera de lo que se trataba, y de vez en cuando estiraba las patas y arqueaba el lomo, abriendo la boca hasta las orejas. Materne no pudo ver más. ¡Vámonos! dijo. Apenas hubieron entrado en el obscuro pasillo, oyeron exclamar al doctor: «¡Aquí está la bala

Su artillería hizo grandes estragos en nuestra gente; mas con tanta intrepidez se lanzó ésta sobre las lomas que ocupaba el enemigo entre el camino y el río Guadiel; con tanta bravura y desprecio de la vida afrontaron los soldados de línea la mortífera bala rasa y las cargas de la caballería del general Privé, que llegaron a dominar tan fuerte posición.