United States or Moldova ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y cuando Fernández padece del reuma, le ve D. Pedro Nolasco, que es un gran doctor. A él debes la vida, chiquillo, y él te sacó del costado la bala; que si no a estas horas estarías en el otro mundo.

Kernok ya no estaba allí; se había precipitado en la cala, y miraba, con los ojos secos, los brazos cruzados, los puños convulsivamente apretados; porque, según la relación del grumete, la cabeza y una parte de la espalda de Melia, empotradas en el agujero producido por la bala, habían impedido al proyectil ir más lejos. ¡Pobre Melia! hasta la muerte había sido útil a su Kernok.

Tenía quizá también a su anciana madre para llorarle, para llorar al que había mecido en sus brazos cuando niño. ¡Era quizás un porvenir brillante que se malograba, un nombre ilustre que se extinguía en él! ¡Qué pesar debía producir su muerte! ¡Cuánto debían llorarle! ¡Dichoso, tres veces dichoso joven! ¡qué no debía a la culebrina de Kernok! con una bala había hecho un héroe llorado en los tres reinos. ¡Qué hermosa invención la de la pólvora!

Al acabar aquel día, entre cuatro y cinco de la tarde, el cielo se encapotó; grandes nubes negras se elevaron por detrás de la cumbre del Grosmann; el Sol, rojo como una bala al salir de la fragua, lanzaba sus últimos rayos desde el horizonte cargado de brumas. El silencio en todo el ámbito de la peña era profundo.

No daría su expedición por el doble de lo que le ha costado... Lo único que siente es no llevarse la gorra atravesada por la bala del vigilante. ¡Qué trofeo para un hombre pacífico!... Pero aquí tenemos á nuestro capitán... Un joven rubio, de cara sonrosada, se adelantó hacia ellos. Tragomer dijo: M. Edwards, presento á usted á mi amigo el conde de Freneuse.

Velarde sintió vergüenza de mismo, y la ola misteriosa subió, subió del corazón a los ojos, hasta hacerle llorar, con la cabeza entre las manos, llorar a lágrima viva, llorar también sollozando, con más debilidad que una mujer, con más pavor que un niño... ¡Su madre que le adoraba!... ¡No le aconsejaría ella cruzar un par de tiros, ofendiendo a Dios; ponerse delante de una bala con riesgo de perder la vida, con riesgo de perder el alma! ¡Y se habían pasado ya tres años sin verla!... ¡Y estaba tan lejos la santa viejecita! ¡Y acababa él, ingrato y perverso, de dejar pasar cerca de dos meses sin escribir una letra a la pobre anciana!...

¡Toma! dijo el cirujano-calafate-artillero , ¿dónde está tu otra pierna, farsante? Allá arriba, sobre el puente, quizás aún... Vamos, desembarázame de ésta, porque me incomoda mucho. Parece que me han atado una bala de treinta y seis al pie. ¡Oh! y tengo sed, siempre sed.

La bala de Mesía le había entrado en la vejiga, que estaba llena. Esto lo supieron poco después los médicos, en la casa nueva del Vivero, adonde se trasladó, como se pudo, el cuerpo inerte del digno magistrado. Yacía don Víctor en la misma cama donde meses antes había dormido con el dulce sueño de los niños.

¡Qué dicha para los periquitos y las cotorras, que huyeron por las ventanas batiendo alegremente las alas! ...¡Vil metal! ...¡Es posible! ¡Diablo! ¡hermoso tiro! Ya ves, maestro Zeli..., la bala ha entrado por encima del coronamiento y ha salido por la tercera porta de estribor. ¡Pardiez! ¡Melia, haces maravillas!

Llevaba muchos años dentro del cuerpo una bala española que no le habían podido extraer los curanderos de su partida. Cuando los cirujanos de Londres y París intentaron la operación, ya era tarde. Y una mañana, el ayuda de cámara, al entrar en su dormitorio, lo encontró muerto.