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Actualizado: 12 de julio de 2025


Una cuadrilla de indios cantaba una canción semi-salvaje que hacía entonces furor en todas las poblaciones americanas y bailaban una danza desordenada. Todo estaba exactamente reproducido, hasta las pisadas epilépticas de los bailarines y los aullidos de entusiasmo de los espectadores. Ahora, si ustedes quieren, dijo la dueña de la casa, oirán á la Patti y á Mac-Kinley...

Hacia mediodía, cuando un hermoso sol de invierno blanqueaba la nieve y fundía la escarcha de los cristales, y cuando el arrogante gallo rojo, sacando la cabeza del gallinero y moviendo las alas, lanzaba su grito triunfal, que repetían los ecos del Valtin, de repente el perro de la puerta, el viejo Johan, que estaba completamente mellado y casi ciego, prorrumpió en aullidos tan alegres y al mismo tiempo tan lastimeros, que todo el mundo prestó atención.

Luisa, en medio del tumulto y de aquellos feroces aullidos, no pensaba mas que en cubrir con su cuerpo a Catalina. La labradora ¡júzguese cuál sería su terror! acababa de reconocer al loco Yégof montado en un caballo alto y flaco, con la corona de hojalata en la cabeza, la barba erizada, empuñando una lanza y con la amplia piel de perro flotando sobre sus hombros.

Pensó que Can Mallorquí estaba muy cerca, y tal vez Margalida, trémula y pegada a un ventanuco, escuchaba estos aullidos frente a la torre, donde estaba un hombre medroso oyéndolos también, pero encerrado como si fuese sordo. No; no más. Arrojó esta vez definitivamente el libro sobre la mesa, y luego, por instinto, sin saber ciertamente lo que hacía, sopló la llama de la vela.

Don Sabas miró entonces a Neluco con ojos de alarma; Neluco al Cura; Chisco y Pito Salces a los dos; y todos se miraron unos a otros, y todos se detuvieron de repente como si obedecieran al impulso de un mismo resorte. Canelo y sus congéneres se detuvieron también y se arrimaron al grupo, mirando a todas las caras y exhalando entrecortados aullidos quejumbrosos.

Los australianos, que temían que se les escapara su presa, no cejaban, a pesar de los incesantes disparos de Hans y de Cornelio. Adelantábanse, aunque lentamente, blandiendo las azagayas, las hachas y los bomerang, vociferando como locos y prorrumpiendo en aullidos feroces cada vez que uno de ellos caía a tierra, muerto o herido por un disparo.

Los warangales dijo Van-Horn, levantándose . ¿Cómo se atreven a llegar tanto aquí esos perros salvajes? ¿Qué os parece, señor Cornelio? Algún perro hambriento respondió el joven. ¡Hum! No me parece eso. Pues ¿qué creéis que sea? Tal vez una señal. Pues a me han parecido esos aullidos naturales. ¿Veis algo? No. En aquel instante se oyó de nuevo el aullido, pero más cercano.

Don Eugenio estaba inspirado, oportuno, bullanguero, ocurrentísimo en una palabra; había que oírle remedar los aullidos y la caída de los ebrios en el lodo de la calle, y el gesto que ponía el cura de Boán al majar en ellos. Barbacana se quedó solo con el Tuerto.

Sin dar tregua a su intensa aflicción, cortando las palabras con los hondos suspiros y el continuo sollozar, torpe de lengua hasta lo sumo, declaró Almudena lo que sentía, y en verdad que si pudo entender Benina lenguaje tan extraño, no fue por el valor y sentido de los conceptos, sino por la fuerza de la verdad que el marroquí ponía en sus extrañísimas modulaciones, aullidos, desesperados gritos, y sofocados murmullos.

Aquel Pimentó tenía el pellejo duro, y arrojando sangre y barro iba tal vez á rastras hasta su barraca. De él debía proceder un vago roce que creyó percibir en los inmediatos campos semejante al de una gran culebra arrastrándose por los surcos; por él ladraban todos los perros de la huerta con desesperados aullidos.

Palabra del Dia

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