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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Los otros padrinos se habían ido más lejos aún; los tres chóferes, enterados al fin del objeto de la correría, se agrupaban al pie de un peñasco, avanzando las morenas cabezas, abriendo los ojos ávidamente, pero sin que éstos reflejasen emoción alguna. Los dos argentinos seguían en lo alto de la roca, con las piernas colgantes, silenciosos y atentos como espectadores que ven levantarse el telón.

En Bogotá había visto ya entierros de niños en iguales condiciones, cuadro que deja una impresión negra y persistente... Pero ya que estoy descansando bajo este árbol de grata sombra, voy a contar a ustedes uno de los recuerdos de los Andes argentinos, que cierta correlación de ideas me trae a la memoria. Es la historia famosa de don Salvador, el correo.

Pero misia Melchora aviene y concilia las memorias, atribuyendo a todos sus ascendientes por línea propia y marital, ya sean personajes coloniales, ya proceres argentinos, las cualidades de la hidalguía castellana, llena de soberbia altivez y de un orgullo cuyos límites alcanzan a los cuernos de la luna.

Llevaban productos del país á los puertos del Pacífico, para traer en sus viajes de vuelta objetos de procedencia europea, pues Buenos Aires y los demás puertos argentinos están muy lejos. En su casa, Rosalindo sólo había oído hablar de peligrosos viajes á través de los Andes y de la altiplanicie desolada de Atacama.

¿Ha perseguido Rosas la educación pública y hostilizado y cerrado los colegios, la Universidad y expulsado a los jesuítas? No importa; centenares de alumnos argentinos cuentan en su seno los colegios de Francia, Chile, Brasil, Norteamérica, Inglaterra y aun España.

Pero hay algo más todavía que revela desde entonces el espíritu de la fuerza pastora, árabe, tártara, que va a destruir las ciudades. Los colores argentinos son el celeste y el blanco; el cielo transparente de un día sereno, y la luz nítida del disco del sol; la paz y la justicia para todos.

Ya el bravo miliciano «Monta á caballo, y con el sable en mano «Se apresta á combatir! «Ya el pueblo entero se alza como un hombre, «Invocando de Patria el santo nombre «Con éco varonil! «A las armas valientes argentinos, «Venid á decidir vuestros destinos «Con grande corazon. «Paisanos á las armas! derroquemos «Al infame tirano á quien debemos «Llanto y desolacion.

No veo el rio hermoso, de mástiles cubierto Como un espeso bosque de gigantescos pinos, Ni aquel conjunto bello de buques Argentinos Que ostentan sus pendones bañados por el sol; No veo el alta torre del templo magestuoso Cuyo círculo cubre la gloria con sus alas, Al verle acribillado de las rugientes balas Que el cañon Argentino lanzara á Whittelok.

Los más de los segadores pertenecían á la clase de emigrantes que los propietarios argentinos llaman «golondrinas»; pájaros humanos que cada año, cuando las primeras nieves cubren el suelo de su país, abandonan las costas de Europa, levantando el vuelo hacia el clima más cálido del hemisferio meridional.

Tengo otra razon mas para odiar á Rosas, y la publicacion de estas Rimas es mi venganza. Odio á Rosas, no solo porque ha sido el verdugo de los Argentinos, sino porque á causa de él he tenido que vestir las armas, correr los campos, hacerme hombre político y lanzarme á la carrera tempestuosa de las revoluciones sin poder seguir mi vocacion literaria. Hoy mismo, en medio de las embriagantes agitaciones de la vida pública, no puedo menos de arrojar una mirada retrospectiva sobre los dias que han pasado, y contemplar con envidia la suerte de los que pueden gozar de horas serenas entregados en brazos de la musa meditabunda. Cuando esto me pasa, se me viene á la memoria un cuento que en otro tiempo me hizo reir, y que hoy me hace suspirar, tal es la profunda verdad que encierra. Oiga el cuento, por fin de carta. Un pobre pastor, hablando consigo mismo, se decia: ¡Ah! si yo fuera rey!.... Y bien, qué harias? preguntóle uno que le oia, sin él advertirlo. ¿Qué haria? dijo el pastor, ¡cuidaria mis ovejas á caballo! Digo lo mismo. Si fuese rey haria versos. Y sin embargo, es probable que en el resto de mi vida no haga una docena de versos: BARTOLOM

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